Suele decirse que el ser humano prefiere eludir las responsabilidades propias, siempre buscando un chivo expiatorio, externo, que ocupe el lugar de cualesquiera preocupación propia. Es así que esto se refleja en el momento en el que alguno de ellos acude al tarotista o espiritista: sólo aquél que dice que somos cojonudos es suspeptible de nuevas visitas, el que nos dice que las cosas son culpa nuestra, a ese, cruz y raya, ese, ha perdido un cliente.