Una amalgama entre la saturación publicitaria y la sacralización de lo natural ha convertido a nuestra sociedad en una turba de idiotas (me incluyo, claro). Podemos deducir que primero fue la sacralización de lo natural; que luego de la próspera y muy contaminante era industrial, un grupo de neo-hippies le dio fuerza a la práctica de sembrar lo que uno fuma, extendiéndola a eso de sembrar también lo que uno come. De ahí, claro, como el movimiento se volvió “mainstream” por utilizar el argot hipster, la publicidad se aprovechó de ello.