O sea que ya saben ustedes que pasará. El pobrecillo se arrepentirá, devolverá, si acaso, lo mínimo indispensable, le condenarán a menos de dos años –lo que conlleva que no ingresará en prisión-- y volverá al reino de los perdonados. Luego, alguna multinacional –en aras de sus hábiles servicios de relaciones públicas utilizando su realeza— le fichará por un pastizal en una de sus sedes en el extranjero y a vivir que son tres días. Y refugiado en su ducado real volverá a ser feliz con su maravillosa familia.