En un viaje a la sordidez más extrema, las imágenes cadenciosas y veladas por una especie de bruma transmiten la sensación de un sueño espeso y maldito, como una noche que nunca termina, mientras las voces en off de esas mujeres trazan un relato terrible de sus vidas condenadas. Las vemos esperar solas a los clientes junto a muros desvencijados o en bosques de los arrabales de la ciudad, en habitaciones mugrientas y camastros andrajosos. Preparan las drogas, se las inyectan y fuman, mantienen relaciones sexuales. Son imágenes del infierno.