"Es una desgracia tener la religión equivocada" se lamentaba Hitler a Speer, el arquitecto de la economía del Tercer Reich, "¿por qué nos tuvo que tocar el cristianismo, con su mansedumbre y su languidez?". El Islam - continuaba Hitler - es una Männerreligion, una religión de hombres. "Los soldados del Islam reciben un paraiso de guerreros. Un verdadero paraiso con huríes y vino en abundancia". Esto - decía Hitler - es mucho más apropiado para el temperamento germánico que la suciedad judía y la charlatanería del cristianismo.