Está claro que los Monty Python no sienten el menor respeto por la Muerte, esa señora tan engreída, de ahí que se atrevieran a hacer números cómicos como el del hijo que va a enterrar a su madre y, cuando protesta por los precios de los ataúdes, el encargado de la funeraria le dice en voz baja que por qué no se come el cadáver. “Cruda no, por supuesto” explica en seguida el vendedor. “Le podemos dar algunas recetas”.