Noche de un miércoles cualquiera en el centro de Madrid. Paso por delante de un restaurante chino y veo que está, como siempre, vacío. "Bueno, debe ser cosa de que es miércoles y este es un barrio obrero, y es un restaurante chino como tantos otros, y la crisis, y...". Llega el viernes y la escena no es muy diferente. El sábado, tradicional día grande en España para los restaurantes asiáticos desde que comenzaron a inundar las ciudades españolas, apenas hay una mesa ocupada por cuatro personas a las diez de la noche. Algo falla. O no.