Donald Kendall creyó que entrar en la URSS sería un buen paso. Primero, porque sería un golpe de efecto que tendría un gran impacto en la prensa, lo cual daría a Pepsi mucha publicidad gratuita. Y segundo, porque la URSS era un enorme mercado de casi 300 millones de almas. Kendall creía que, al ser un producto americano, sería muy popular detrás de la Cortina de Acero. El problema estaba en los dineros. Y es que la URSS, como buen país comunista, no creía en las fuerzas del mercado, no creía en la ley de la oferta y la demanda.