Hasta que no entré de lleno en la literatura infantil, no descubrí que estaba envidiando a los escritores equivocados. Mi conocimiento de los cuentos y libros para niños se debe, como es obvio, a ese error habitual que consiste en tener hijos, seguido de ese error no tan habitual que consiste en comprarles libros. Entre estos volúmenes para niños suele comparecer, desde hace 59 años, Donde viven los monstruos (Rayo, 1963), de Maurice Sendak. Son apenas dos o tres folios de escritura y 30 o 40 ilustraciones.