Las personas que practican la denominada «microdosificación de LSD» consumen cantidades mínimas de sustancias psicoactivas (más o menos, una décima parte de la dosis considerada «alta») de manera regular. Además de LSD, emplean otros psicodélicos, como ibogaína, mescalina o ayahuasca. Su objetivo no es colocarse, sino servirse de las drogas para elevar el estado de ánimo, mitigar el dolor, hacer volar la creatividad e incrementar su productividad, pero sin llegar a un estado alterado de consciencia.