Estos cuerpos tan bien conservados, normalmente datados en la Edad del Hierro entre los siglos IV a.C y IV d.C., se hallan en lo que se denominan turberas, una especie de humedal donde se produce y acumula materia vegetal, sobre todo musgo, en forma de turba, un suelo que se forma por acumulación de tejidos orgánicos y otras plantas que crecen sobre otras descompuestas. Con el paso del tiempo se acumulan en estratos vegetales formando lo que se llama turba, que puede llegar a alcanzar varios metros de espesor.