La polémica salta, además, en la recta final de un período muy complicado en el sector. Los empresarios llevan años quejándose que las licitaciones de la Xunta son tan bajas que algunos han tenido que trabajar a pérdidas. Las estrecheces se han transladado a las plantillas, que llevan años de movilizaciones y huelgas, algunas muy duras. Los nuevos contratos, en teoría, deberían ser más jugosos.