Hace años un viejo amigo, directivo de la actual plantilla de Telemadrid, me confesó durante un viaje que no comprendía mi negativa a admitir la versión del que entonces era mi periódico, El Mundo, sobre los atentados del 11 M. Argumentaba con preocupación que, tal y como estaba la situación en España, el periodismo debía interpretarse como una guerra, en la que tenías que tomar partido y llegar hasta el final con los tuyos. Yo le dije que no entendía así la profesión. Años después, mi amigo sigue en Telemadrid y yo no he dejado de dar tumbos.