España despliega un Consejo de Ministros cuya magnitud no termina de encajar en los estándares europeos, con gabinetes que rondan la quincena de miembros. El precio que Pedro Sánchez pagó por el abrazo de Pablo Iglesias incluía, entre otros peajes políticos, el nombramiento de cinco representantes de Unidas Podemos, lo que obligó a fragmentar de forma artificial los departamentos ministeriales hasta dejarlos sin apenas funciones y agenda. Un gobierno hipertrofiado desde su concepción y ya insostenible, por pura ética pública.