Una jugadora por cada diez hombres, y solo una entre los cien mejores, pero la tendencia es positiva. Niñas y niños de tres a cinco años con quienes se emplea el ajedrez, combinado con música y danza, como herramienta pedagógica en un tablero gigante de suelo. Es una tendencia muy exitosa en educación innovadora. Y también puede aclarar si la enorme diferencia (diez a una) entre hombres y mujeres en un deporte donde la fuerza física no influye (la resistencia, sí) es genética o fruto del machismo.