Recién, sin embargo, me interesé en el equipo de fútbol femenino norteamericano. Son magníficas, juegan con unas capacidades increíbles, lo dan todo. Pero. Hablan demasiado. Sobre todo su capitana, Megan Rapinoe. Además de que se negó a cantar el himno de su país, del país que representa, abandonó tras el triunfo de forma grosera la bandera norteamericana tirándola al suelo, y se puso a bembetear que no visitaría la Casa Blanca. También aireó su lesbianismo socialista, y selló a su regreso con un discurso político lamentable.