Uno de los personajes que me resultan más repulsivos de la política española es el perrillo faldero de Sánchez, que quiso recompensar su fidelidad durante la travesía por el desierto, no con una cena en un restaurante caro o un obsequio gracioso. No, Sánchez agradeció favores personales otorgándole un cargo y un sueldo pagado con el dinero de todos. Así yo también soy generoso. Pero realmente, el menoscabo en las cuentas públicas que supone pagar un sueldo de ministro a quien de otra manera, por sus méritos, tendría difícil superar los 1000€...