En la región autónoma de Gagauzia (Moldavia), de tendencia prorrusa, refugiados ucranianos son acogidos en centros públicos o casas particulares, como la de María. “Llegan con cochazos y encima nos exigen. Les dan muchas ayudas y míranos a nosotros, casi no nos da para el agua caliente y nuestras pensiones son ridículas”, sostiene la mujer, mientras su abuela, con el cabello cubierto con un pañuelo rojo, asiente y dice extrañar un mayor nivel de vida antes de la caída de la Unión Soviética. Como a casi todos los rincones de la República de Mo