La vehemencia a la hora de colmar de honores a personas que pasaban por allí con el carné entre los dientes como aquellos cuchillos de los piratas, en realidad supone un desprecio rotundo hacia los preparados funcionarios de carrera. Frente a una persona que aprobó difíciles exámenes y conoce las tuberías de los negociados, se catapulta a los forasteros. Castigan, pues, a los independientes servidores del Estado y priman a los genuflexos lacayos. Sin duda, la culpa de tal práctica es de Trump.