En sacar las cosas de quicio y perder el sentido de la proporción somo los humanos verdaderos artistas. Nos convencemos, rápidamente, de lo peor. Las experiencias, algunas de lo más corrientes, las convertimos en un suplicio. Es como si, nuestra mente ansiosa, corriera delante de la vida, pisando a fondo el acelerador cognitivo.