Un ciudadano chino que padecía estreñimiento, estuvo casi una hora sentado en el retrete, intentado hacer sus necesidades. Para matar el tiempo se dedicaba a jugar con su teléfono móvil, mientras redoblaba los esfuerzos para tratar de hacer de vientre. Y, de improviso, notó la desagradable sensación de que algo del tamaño de una pelota, escapaba del interior de su cuerpo. Pero no eran heces. Se trataba de uno de sus propios órganos y, aunque había caído en el interior del inodoro, todavía continuaba unido a su propio organismo.