La imagen dio la vuelta al mundo: unos agentes pertrechados como para aniquilar extraterrestres apuntan a un hombre escondido en un armario, con un niño aterrorizado en sus brazos. Corría el amanecer del 22 de abril de 2000. Aquella foto, ganadora del premio Pulitzer, plasmaba el desenlace desmesurado de una historia que había comenzado seis meses antes, cuando Elizabeth Brotons se embarcó con su hijo Elián, de seis años, en un precario bote de aluminio para huir de su Cuba natal rumbo a Florida...