“Cholo soy y no me compadezcas [...]". Desde que la democracia ha sido reducida al institucionalismo fetichista, la democracia misma es raptada como garantía discursiva de la defensa del orden vigente, o sea, la democracia deja de ser democracia para ser apenas una convención política de los poderes fácticos. En tal sentido, el pueblo ya no interesa, es decir, el sujeto de la democracia es desplazado y el poder se vacía de legitimidad, dejando a la política como un mercado cautivo a merced de los especuladores.