Cuando en pleno confinamiento me invitaron a participar en el Grupo de Expertos para el desarrollo de una Carta de Derechos Digitales -en adelante, CDD-, sentí una enorme responsabilidad y pensé que si había un momento en el que era más necesario que nunca establecer una panoplia de derechos fundamentales ante los retos digitales, era aquél en que la fisicalidad se había reducido al salón de nuestras casas y la vida social, familiar, profesional, las compras, los abrazos, los juicios y las consultas médicas ocurrían a través de herramientas con