Londres, 1989, un estirado y peculiar londinense se acerca a una de las múltiples casas de juego que hay, por doquier, en la ciudad. Tras saludar al empleado que se encuentra detrás del mostrador le solicita una apuesta inverosímil. La persona que lo atiende, al escuchar a nuestro apostador anónimo y tras unos segundos de estupefacción, entra en las oficinas para hablar con su jefe...
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Apuesto a qué el mundo se acaba en 100 años, hipoteca baratita...