Veamos la secuencia de acontecimientos:
1776, independencia de EEUU.
1789, revolución francesa.
1917, revolución rusa.
1949, revolución china.
Al final de la segunda guerra mundial los EEUU sale muy fortalecidos. Su estrategia se ha centrado en producir el mayor desgaste posible en la URSS, que era desde luego un aliado táctico antes que fundamental.
El mapa que queda en el mundo, mucho más interesante que el de las fronteras de cada nación, es que los intereses ya bien consolidados que derrocan a la aristocracia y monarquía en el siglo XVIII y se hacen con el poder en toda Europa tras la guerra fría.
Ésa es la parte del mundo que desde dentro consideramos “el mundo”, con todas la aventuras coloniales bien conocidas en el resto de territorios, desde las guerras del opio a Napoleón derrotado por el general invierno.
Esa parte del mundo alberga hoy 1000 millones de habitantes. De los 8500 que se calcula hay en el mundo.
Lo digo porque desde Europa, y aún más desde EEUU, parece que pensemos en el espacio más allá de nuestras fronteras como una gran Corea del norte, una especie de páramo donde difícilmente persiste la vida. Eso es lo que opinamos del 80% de la población mundial.
Podríamos hacer similar ejercicio con la extensión geográfica.
Allí todo lo que hay son regímenes sanguinarios en los que poco más o menos aún se cobra derecho de pernada. Salvo algunas excepciones, luces entre la oscuridad del neoliberalismo: la Argentina de Milei donde uno podría llegar a ser tan libre como para vender sus propios órganos, etc.
Los derechos de Europa, a veces la niña bonita de EEUU y otras la puta barata, no forman parte del esquema fundamental y son una cuestión más bien coyuntural: una vez anulada la amenaza comunista de la URSS, Reagan y Tatcher tuvieron barra libre.
Porque desde esta parte del mundo que se nos dice que es todo el mundo, y que es lo mejor que ha habido para su población, se combatió arduamente, dentro y fuera, la amenaza del comunismo.
Por parte de los que derrocaron a la aristocracia en el siglo XVIII, aunque desde luego se dejaron no pocos flecos, más se diría que se generó una suerte de alianza.
Pues bien, ese régimen del capitalismo financiero, que es bajo el que vivimos, se halla en pugna abierta con intereses que le son nocivos. Por eso la operación Gladio en Europa, la caza de brujas de McCarthy en EEUU. No señores, esto no es el paraíso de los derechos de los trabajadores que nos quieren vender nuestros gobiernos.
Ni el resto de países están más allá de un muro helado en el que los habitantes son seres mitad vivos, mitad muertos. Es cierto que a lo largo del mundo hay muchísima pobreza. Pero entre China y lo que hoy es Rusia hablamos de un volumen de población semejante al de Europa y EEUU. Mientras estaban enfangados luchando contra los derechos de los trabajadores en Rusia, apareció China. Y tuvieron que negociar, Nixon fue de visita en los 70, porque no pueden con los dos a la vez.
Pero no es el objetivo aquí adelantar resultados, lo que te vengo a decir, en pocas palabras, es que eres tú el que vive en Corea del Norte. Sumido en un mar de propaganda sirviendo a la explotación del amo. Del amado líder.
Bajo las mentiras del capitalismo financiero que ha tratado de extirpar el virus comunista del mundo por todos los medios posibles. Consiguió hacer caer a la URSS. Y a muchos otros, al socialismo árabe y europeo. Pero lo cierto es que están en inferioridad de condiciones.
Ya no es la guerra fría, no existe un objetivo positivo para el resto de naciones como pueda ser la aplicación de las tesis marxistas, pero existe un incuestionable objetivo negativo: la abolición del régimen del dólar.
Y tal régimen viene perjudicando a más de 8000 millones de personas. Porque es que ni siquiera cuentan con su propia población a favor. Cuentan, eso sí, con mucho dinero para comprar voluntades, con muchos medios de comunicación para convertir la realidad en lo opuesto a lo que es, tal como nos advirtió Malcom X, y con un desprecio absoluto para con el resto de la población, incluida la que habita en sus dominios.
Ocupan hoy el papel respecto al resto del mundo que en su momento ocupaba la aristocracia en la nación. Y parece que se acercan tiempos de revolución.
Al nuevo imperio romano se le agotan los días.
Esta nueva era de la colonización económica parece que toca a su fin y no es difícil pensar que en el futuro sea objeto del mismo repudio con el que hoy observamos, en los libros de historia, lo que leemos sobre la etapa colonial.