Se podría decir que la Segunda Guerra Mundial terminó con el grito al unísono de miles de personas desvanecidas bajo el poder nuclear de EEUU.
La historia de la carrera nuclear es interesante y rica en detalles, como la confrontación del stablishment científico con el militar, en la que se impuso este último, pero el objeto de estas líneas es partir de las conclusiones.
En 1945 EEUU era el único país del mundo con el arma atómica, aunque la información no tardó en llegar a la URSS. Pero un año antes se habían hecho con un poder si cabe mayor: tras los acuerdos de Breton Woods el dólar pasaría a ser la divisa de referencia mundial.
Se atribuye a Napoleón la afirmación de que “la geografía es el destino”, y desde luego en este caso lo fue: mientras Eurasia se veía sumida en sus luchas intestinas desde el continente americano no tenían más que esperar.
E intervenir en favor del vencedor en el momento que la contienda ya estuviera decidida.
Para la URSS fue algo muy diferente, su “Gran Guerra Patria”, y les costó 20 millones de muertos doblegar la voluntad alemana de lebensraün.
Y para buena parte de Europa fue aún peor: jamás recuperó una completa independencia, nunca hubo tal unidad cuando las naciones dispusieron de ella. Pero entrar al detalles excedería el sobrevuelo a vista de pájaro que se pretende plantear, el resultado es que Europa quedó relegada a ser una colonia del nuevo poder hegemónico.
Las explosiones sobre Japón vienen a conmemorar la toma del poder global del hegemón. Y así transcurrieron los años. La alternativa económica del capitalismo quedó reducida prácticamente a una China que en aquel momento era un país muy rural y con mucha mano de obra barata.
El imperio dejó establecida su cabeza de puente en Japón, Taiwan quedó al margen de la revolución China y las décadas pasaron: Corea en los 50, Vietnam en los 60, Oriente Medio en los 70, Afganistán en los 80, los Balcanes en los 90… muy por encima, a vuelo de pájaro.
Además de toda la operativa en zona gris financiando y orquestado golpes de estado, contras, guerrillas y un largo etcétera, especialmente en América a través de la operación Cóndor, entre otras. En Europa de modo similar a través de lo que se conoció como Red Gladio, atentando contra la vida y las libertades de la propia población. Ése es el imperio hegemónico.
Y a las riendas de ese poder hegemónico, una estructura militar, política y mediática dependiente en última instancia del poder financiero: el Cártel Bancario Internacional.
Con el objetivo último de poner bajo su control y expolio hasta el último rincón del planeta.
La OTAN es su brazo armado pero sólo interviene en las “grandes fiestas”, el grueso de actividad se diría que se desarrolla a través de distintos grupos y células terroristas.
El motivo de ello es que ya desde los 60, con Vietnam, empiezan a encontrar una resistencia formidable en las poblaciones que se hallan bajo su control. En realidad desde siempre, suele ser necesario un casus belli para que las poblaciones puedan aceptar la necesidad de una guerra.
Cuando ese casus belli no existe pero llevar a cabo esa guerra es de interés, simplemente se fabrica.
En Vietnam en concreto fue lo que se conoce como “incidente del Golfo de Tonkin”, ya antes en Cuba fue el hundimiento del Maine y, con estos antecedentes, se entiende mejor como se inauguró lo que debería haber sido el “Nuevo Siglo Americano”, en 2001, con el atentado a las Torres Gemelas.
La propuesta pasa por pisar a fondo el acelerador: al poco vuelven a Afganistán, donde debieron dejarse trabajo pendiente, luego inventan el hallazgo de “armas de destrucción masiva” para ir a Irak. Pero el mundo no es ya el que era, la información viaja muy rápido y a pesar de sus enormes esfuerzos por controlarla, el engaño termina saliendo a la luz pública. A pesar de eso, involucran a Europa para seguir con Libia. Y hasta aquí, muy, muy resumidamente.
Para 2013 el trabajo en zona gris ya había hecho importantes inversiones tanto en Ucrania como en Siria, para promover sendos cambios de régimen. De ahí proviene la forma que adquirieron el llamado Batallón Azov y el ISIS.
Naturalmente el resto de países también tienen sus servicios de inteligencia, y seguramente no se chupan el dedo, por lo que tienen constancia en todas partes de lo hasta aquí dicho, al margen de lo que llegue a sus poblaciones. Y en este punto es donde se pone interesante.
Si la URSS cae en 1992 perdiendo la llamada Guerra Fría, para 2013 ya habían transcurrido dos décadas. El territorio que fuera soviético ya cerraba su posguerra y China ya se había convertido en la fábrica del mundo a merced del flujo incesante de capital extranjero que veía multiplicados sus beneficios por el diferencial en costes que suponía la deslocalización de la producción.
Y lo que sucede en el inicio de esa tercera década tras la caída de la URSS es que los ya ex-soviéticos tienen intereses significativos en el siguiente objetivo de la agenda del Cártel bancario Internacional: Siria.
No sólo no consigue el cambio de régimen previsto si no que el proxy formado para ello y en defensa de los intereses de Israel desde la zona gris, el ISIS y toda la operación mediática que lo acompañó, queda prácticamente desarticulado por los esfuerzos rusos y sirios.
Ése y no otro es el punto de inflexión efectivo. Incluso se podría remontar al descrédito de la “zona de exclusión aérea” que se votó en la ONU y que se convirtió en carta blanca para un ataque desde el aire por parte de la OTAN. Incluso más atrás, al aún mayor descrédito de las armas de destrucción masiva, llegando a excusarse con un “nuestra inteligencia nos falló”. Algunos lo sabían desde el mismo momento que vieron caer las Torres Gemelas.
Pero es en Siria y no en otro lugar donde por primera vez se tuerce la voluntad del imperio por parte de otro jugador, en defensa de sus propios intereses y alineados con los intereses locales.
La respuesta del imperio es impulsar el cambio de régimen en Ucrania, ya trabajado largamente, empujar el puñal en el vientre del enemigo, tras intentos similares en décadas anteriores en Chechenia y Georgia.
La respuesta rusa es casi como un relámpago: ponen a salvo sus intereses en la península de Crimea y toman posiciones en el este, de nuevo alineados con los intereses de la población local.
Las inversiones mediáticas sin embargo han dado sus frutos en Kiev y terminan poniendo poco después a un actor de televisión de presidente, pero fracturando el país por la precipitación.
Hasta ahora no se ha hecho en esta líneas mucho honor al título que las encabeza, pero los antecedentes descritos son necesarios para comprender la situación y la respuesta que se articula.
En lo 70 Nixon se desvincula del patrón oro. Eso implica, además de tener la moneda de reserva mundial, que sirve de referencia, que tienen el monopolio de impresión de moneda, del siguiente modo:
Con el acuerdo del petrodólar, esto es: el petróleo se ha de pagar en dólares, se aseguran una demanda de su divisa. Por lo tanto la situación que generan es la de poder imprimir dinero y exportar la inflación que eso genera. En una palabra, robar.
Oriente medio adquiere una importancia excepcional y en ese momento quedan alineados con los intereses imperiales. Cualquiera que quiera cuestionar tal statu quo va a tener serios problemas, apostando por el oro, por ejemplo, como Saddam Hussein o Gaddafi. O Chávez, en otras latitudes.
Porque necesitan tener el monopolio de la impresión y compartir la inflación a través de la demanda de su divisa. Si esa demanda exterior cesa, la inflación queda circunscrita a la divisa sobre impresa y el mecanismo del robo neutralizado.
Bien, a fecha de 2024 eso ya está pasando y, por la explicación ofrecida hasta aquí de tal mecanismo, las causas quedan explicadas por si solas, pero se puede perfilar algo más.
El espectacular crecimiento de China en pocas décadas y la efectividad militar rusa cuestionando la hegemonía del imperio, unido al hecho de que la tecnología antes o después, si no lo ha hecho ya en buena medida, devaluará las rentas petrolíferas, añadiendo además el hecho de que es un recurso finito…
Por si fuera poco, la cabeza de puente, o más bien de playa que es Israel, no es plato de buen gusto para nadie en la región y la sintonía cultural entre ambas latitudes no podía ser más distante.
Ya se sabe que la política hace extraños compañeros de cama y que muchos acuerdos obedecen más a la necesidad que a la voluntad. En cambio, lo que estrecha los lazos son las causas comunes. Y el abuso del dólar, para cualquiera que sepa como funciona la economía, es una causa evidente.
También la causa Palestina, como resultado de los crímenes permanentes de Israel es una causa transversal, ya no sólo en la región, si no hoy por hoy en el mundo, como resultado del genocidio que están llevando a cabo.
De eso va la Gran Alianza, alianza contra el imperio. Contra el Cártel Bancario Internacional. Porque al final es la financiación la que nutre el poder cultural, a través de medios de comunicación y el poder militar, a través de tropas y tecnología.
El alcance de tal alianza puede ser variable, tanto en el tiempo como en la intensidad, pero el hecho es que los tres jugadores siguientes se hallan en una suerte de coalición para cuestionar el poder hegemónico del primero, que además ha sido ejercido en términos de abuso sistemático.
Más interesante si cabe, es que más del 50% de las poblaciones que se hallan sometidas al control de ese Cártel Bancario Internaconal, no comulgan en absoluto con la deriva expansiva y explotadora del imperio, a pesar de los ímprobos esfuerzos de su maquinaria de propaganda.
Las élites norteamericanas y europeas se van a ver seriamente comprometidas por la falta de apoyo interno y por la presión externa. Eso es lo que se ha visto entre 2022 y 2024 en Ucrania.
La Gran Alianza ha echado completamente por tierra los planes para aquel “Nuevo Siglo Americano” de los halcones de G. W. Bush, su Nueva Cruzada en Oriente Medio ha embarrancado sin solución, el péndulo ha completado ya su recorrido en un sentido y se dispone a iniciarlo en el opuesto.
La fabricada “Guerra contra el Terror”, a base de atentados contra sus propias poblaciones para empujarlas a la guerra, está ampliamente desenmascarada. El Nuevo Orden Mundial hegemónico no sucederá. El “Novus Ordo Seclorum” del anverso del billete de dólar se desmorona, así como lo hizo el Reich de los mil años. Como la propia Roma.
La Gran Alianza apuesta por un Orden Mundial Multipolar, bajo las tesis del equilibrio de poder, donde todos los intereses puedan y deban ser tenidos en cuenta. Porque, como la historia ha demostrado, la hegemonía es sinónimo de abuso. Es el principio del fin del imperio.
El gobierno mundial ya no será de uno solo. El Cártel Bancario Internacional debe ser disuelto. Y debe diseñarse un medio de intercambio justo para el trabajo de los pueblos del mundo.
A la luz de las tesis marxistas de la erróneamente denostada teoría del valor será posible encontrar un modelo económico que ponga fin al abuso sistemático, de una naciones por otras y de unas personas por otras.
La ONU deberá ser reformada, como lo fue su antecesora Sociedad de Naciones, para dar respuesta a las necesidades de gobernanza global.
Y así es como se escribe la Historia.