A estas alturas cualquiera mínimamente informado sabe que el origen del conflicto que se está desarrollando en Ucrania hunde sus raíces muy lejos de sus fronteras.
Que hay una guerra de agresión por diversos medios por la que occidente pretende fragmentar y saquear Rusia como ya ha hecho con países de menor envergadura. La apariencia, y más en los medios occidentales, es por supuesto todo lo contrario.
Putin exponía las causas de esta conducta con claridad en su última conferencia haciendo referencia al camino a ninguna parte emprendido por las sociedades occidentales que al final necesitan parasitar otras regiones para mantener su modus vivendi.
No es un problema exclusivo de occidente pero en el plano geopolítico es el que probablemente cobra mayor relevancia. Claro que a fecha de hoy ya es del todo imposible ignorar el papel que juega y va a jugar China en el equilibrio de poder mundial.
Dado que el plan de usar a Ucrania como punta de lanza para hostigar al oso ruso no está acabando de dar el resultado esperado, sin duda se ha contemplado la necesidad de abrir un segundo frente que acentúe el desgaste militar, social y económico.
Parecía que la siguiente chispa se iba a producir entre Armenia y Azerbayán, como ya se había apuntado no hace mucho en la región de Nagorno Karabaj. Sería perfecto para detraer esfuerzos rusos. Sin embargo, de nuevo, se ha vuelto a cometer el que quizás sea el peor de todos los errores: subestimar al adversario.
Tal vez los analistas occidentales metidos en sus despachos no sean capaces de ver la realidad que se está configurando y cuando desde China les apuntaban que para ellos la “comunidad internacional” es en realidad una pequeña región del mundo lo tomaran como un chascarrillo.
Y supongo que no se cansan de darse palmaditas en la espalda entre ellos, pero el mundo ahí fuera es bastante distinto.
Al final el segundo frente parece que lo ha abierto Hamás en Israel. Y a EEUU le ha faltado tiempo para mandar su mayor portaviones. Hubo un momento que parecía que lo de Ucrania se enfriaba, que podía llegar a congelarse el conflicto, pero las últimas noticias apuntaban a una escalada en el suministro de armamento para alimentar un conflicto perdido para Ucrania desde su comienzo, por más que sus “socios” puedan haber hallado en él cierta medida de éxito, en proporción al desgaste producido a Rusia, que sin duda es mucho menos significativo de lo que les gustaría.
La contrapartida es que Rusia, lejos de verse aislada y acorralada como ha sido la pretensión, ha estrechado sus vínculos con todos los ejes de poder no alineados con Washington y Bruselas.
Se diría que en el momento actual China e India han aparcado sus diferencias. Lo mismo para Arabia Saudí e Irán. El milagro de occidente no ha sido desarticular a una potencia nuclear como Rusia como querrían, extremo que aún no han contemplado las páginas de la historia, el milagro ha sido que tras décadas de imperialismo feroz y saqueo a lo largo y ancho del globo han conseguido alinear a todo el resto del mundo en su contra. Por arduas que hayan sido sus diferencias en el pasado.
Pero lo grave no es eso, lo grave es que parece que no estén dándose cuenta en absoluto. Querían abrir un segundo frente a Rusia y se lo han abierto a ellos. Basta con ver la reacción en términos de recursos militares de Washington para entender que son uno con Tel Aviv. En principio. Y bruselas como siempre, detrás. De momento. Con una Alemania que parece empeñada en seguir sin encontrarse.
Estamos viviendo el mayor seísmo en el equilibrio geopolítico desde la segunda guerra mundial, ya sin duda alguna. Hace poco el Papa Francisco se refería al actual escenario como “guerra mundial en cuotas”. Argentina, Brasil, México, tampoco parecen por la labor de reírle las gracias al tío Sam aunque poco más o menos, mucho más allá del continente americano, todos formamos parte en cierta medida del modelo socio-cultural que han creado los anglosajones, hasta el punto de que la lingua franca en Europa ni siquiera corresponde ya a ninguno de sus países miembros.
De lo planteado hasta aquí, y volviendo al análisis expuesto por Putin en su última conferencia, se deduce que se hace imperativo un cambio de modelo, no sólo en el orden geopolítico, que deje de abocar a las naciones a la confrontación por los recursos. Porque, de seguir otros con el modelo occidental, es cuestión de tiempo que terminen hallando las mismas flaquezas y se van impelidos a semejantes conductas indeseables, cuando no abocados.
El mundo ha cambiado. Y cuanto antes seamos conscientes de ello, en mejores condiciones estaremos para afrontar los inevitables retos que nos aguardan.