A raíz de alguna línea suelta que he podido leer sobre la evolución del conflicto en Ucrania y estando mucho más en sintonía con el punto de vista ruso, y por eso mismo, me permito hacer la siguiente apreciación:
Es un error dejar a Ucrania sin salida al mar. Es la garantía de que el foco de tensión perdure por generaciones, si no por siempre.
Lo de Ucrania ha tenido una evolución que no se puede catalogar de sorprendente, más bien de previsible. Y más aún, prevista. Cierto es que aún puede deparar sorpresas pero al final las fichas ya están dispuestas y luego sólo van cayendo.
Muchas vidas se podrían haber salvado. UK dijo que no había nada que negociar y al final el que paga manda, pero hubiera sido desde luego mucho más favorable resolverlo en la primera mesa de negociaciones.
Hasta tal punto que la oferta rusa a fecha de hoy difícilmente podría ser la de entonces o la de los acuerdos dilatorios de Minsk. La línea que he cazado al vuelo es que Rusia pretende reclamar Odessa, y como decía me parece un grave error estratégico.
Quizás sea porque lo veo todo al revés y pienso que hay que mostrar orgullo en la derrota y humildad en la victoria. Que son tiempos de reconstruir vínculos que nunca se debió permitir retorcer a titiriteros distantes, visitantes ocasionales que viven del crédito de promesas que nunca se cumplen.
La realidad seguramente es mucho más áspera y dura pero seguirá estando ahí mañana, para bien y para mal. Puede que la posición rusa represente una posición de máximos en un contexto de que “algo para ceder hay que tener”.
Y seguramente Odessa no fue la región menos rusófona del país, pero es prioritario atender otros criterios. Mi lectura es que el país se fractura tran un “golpe suave” en 2014. No tiene demasiado sentido embarcar en eso a quien no quiere embarcarse y Crimea por historia y realidad social estaba muy lejos de esa órbita.
Odessa sin embargo es la última gran salida al mar de Ucrania, o tal vez de Kiev, mejor dicho.
Con la siempre aparente ventaja de su lado, uno puede caer en la tentación de sostener una posición de máximos. Pero lo cierto es que a largo plazo puede ser muy contraproducente.
En ajedrez, tan malo puede ser no tomar una pieza cuando procede como tomar una pieza que no procede. Aunque en corto plazo pueda parecer una jugada inocua un tipo de movimiento así puede tener gran trascendencia en el desarrollo de la partida. Es, a la postre, una decisión estratégica.
Y me puedo equivocar, cosa que al parecer no hice, como muchos otros, con el pronóstico del conflicto. Veremos.
Ahora el mundo sangra en Gaza. Y siempre me queda el resquemor de no hacer “algo más”. Pero lo cierto es que, del mismo modo, las fichas ya están dispuestas y basta con esperar a verlas caer.
Aunque sin duda allí eso no es ningún consuelo. No sería propio de Rusia, donde el ajedrez es deporte nacional, cometer un error semejante, salvando las distancias que son muchísimas, al que ya ha cometido Israel. Las fichas ya están dispuestas y tardarán más o tardarán menos, pero se verán caer.