Cualquiera que haya, ya no estudiado, si no por lo menos seguido el relato de la segunda mundial, debería tener un interrogante repiqueteando en la memoria.
Porque lo cierto es que el capítulo que determina en mayor medida el desenlace de la contienda, que es sin duda ese giro de Alemania hacia la URSS, carece en realidad de un explicación satisfactoria.
Ni todo el petróleo de los Urales vale por el hecho de perder la guerra, del mismo modo que no hay suma de dinero que valga el dirigirse hacia una muerte segura.
Y, dentro del relato de consenso académico de la historia militar, es en realidad la única justificación que se ha aportado. Si uno repara en Irak y otras aventuras más recientes, y cuando digo aventuras es en el sentido más despectivo del término, encuentra que la justificación al "final" es el petróleo.
Y es inteligente. Confesar lo inconfesable, en términos de lo políticamente correcto, bien puede ser una forma de dar por cerradas todas las preguntas. Y si funciona una vez, por qué no repetirlo. Lo cierto es que desde algunos entornos no parece rebosar la creatividad.
Tan sencillo como disfrazar un asesinato de “robo que sale mal”, todo un clásico. Pero con la información apropiada puede ser hasta previsible.
Pues bien, desde luego no puedo plantearme haber cerrado la cuestión, pero mucho es haber hallado un pieza que permita estructurar otra explicación, consecuente con el contexto hipotético que se evalúa en narrativas que cabría englobar bajo la idea general de historia oculta.
Muchas cosas chirrían de la segunda guerra mundial. Pero vayamos al dato, como no, por contrastar: Antes de la guerra Alemania ofrece “asistencia técnica” para construir una carretera hasta Ritsa, en lo que hoy es Abjasia. Y volviendo parece que esos "técnicos"se salen de una curva y regresan a Alemania en horizontal. Muy al estilo ruso.
La cuestión es: qué llevó a la generosidad alemana tan lejos y qué es lo que no se llevaron de vuelta.
¿Podrían ser las circunstancias hasta aquí descritas la razón del inicio de la hostilidades en el frente oriental? Bueno, que cada uno juzgue por sí mismo, esto es lo que fue hallado en 2018 en Adigueya, en el lado opuesto del Cáucaso a Ritsa.
Y es que, si quieres esconder algo, lo pones en la dirección opuesta a lo esperable en términos prácticos. Y si te sabes bajo control tratando de hacer algún tipo de contrabando, lo natural es ocultar el botín a la espera de circunstancias más propicias para extraerlo. O puede que haya visto demasiadas películas de espías.
En cualquier caso, y sin contrastar la información, creo que sirve para abrir la posibilidad dentro de lo razonable de plantear un sensato “qué coño está pasando aquí”.
Los cráneos van acompañados de una caja con el símbolo de la Ahnenerbe y el conjunto procede de una cueva de la región, bajo el lago Ritsa. La justificación que dieron del "agua viva" más apropiada para crear plasma tiene todo el aspecto de una falsa excusa. Y me quiere sonar que esa asociación promotora del conocimiento ancestral alemán tenía algo que ver con los supuestos diseños de platillos volantes nazis.
Y es que es inevitable dejar volar la imaginación. Sabiendo que el cadáver de Hitler nunca fue hallado, conociendo el mito de las declaraciones de Doenitz sobre el Shangri-la inexpugnable construido para su fuhrer, ¿podría una élite haberse exiliado, por la ruta argentina que muchos siguieron, hasta el continente helado?
No lo sé, claro. Ni si hubo una “guerra de los pingüinos” en 1947 bajo la tapadera pública de la operación highjump. No tengo ni idea. Muy oportuno que el tratado antártico prohíba toda presencia militar. Quién sabe.
Lo que sí tengo claro es que no me gustaría estar en la piel del que tuviera que coordinar con esa gente las políticas contra el cambio climático.
De la intempestiva visita de Kerry en vísperas de unas elecciones, siendo secretario de estado de Obama, mejor no acordarse.
De que hace tres meses justo hoy que Irán ha reivindicado el derecho a tener presencia en la Antártida, mejor tampoco enterarse porque, según se enfile el panorama, empieza a cobrar una forma, muy, muy rara.
Como si prácticamente todo lo que sabemos fuera una miserable patraña. Así que, viendo lo visto, qué pena que aquella película de nazis en la luna fuera en tono de comedia, desvirtúa un poco el interés de esa narrativa. Pero es una buena forma de caricaturizarla, de ridiculizarla. De ocultarla. Otra forma de ocultar las cosas, más audaz si cabe, es ponerlas en primer plano.
Así que uno termina en algo parecido al juego de las copas de vino en La princesa prometida. Pero creo que me he quitado un poco la espina de ese capítulo de la segunda guerra mundial que en mi opinión nunca quedó satisfactoriamente explicado, igual que como se explica casi todo lo que envuelve al inefable régimen nazi: que estaban locos.
Sabiendo como uno sabe que hasta los locos tienen sus razones, por inescrutables o disparatadas que nos puedan parecer, son unas cuantas cosas las que no quedan razonablemente explicadas, el mundo podría parecerse más a una película de Indiana Jones que a la realidad cotidiana a la que nos entregamos sin remisión como unidades productivas de un sistema cuyo objetivo se nos escapa.
Y a los que pudieran estar descojonándose de “mis locuras” les dejo una imagen bien linda del agujero de la capa de ozono, a ver si reconocen la silueta del continente que hay debajo:
Y por que soy un caballero, si no les estaría sugiriendo que me coman los huevos.
Y además se podría aproximar un centro de ese agujero:
www.lavanguardia.com/natural/20200618/481829836546/el-mar-de-weddell-p