Empezó como una leve molestia. Como una etiqueta inoportuna en una prenda de ropa o una piedrecita juguetona que se te cuela en el zapato. Algo en un principio nimio que acaba por centrar toda tu atención: el número pi es irracional. También el número e. Incluso la razón áurea. ¡La razón áurea, por dios! Irracional. ¿Qué clase de razón puede ser esa?
Al principio era una mera displicencia estética pero terminó convirtiéndose en un pérfido desasosiego. Primero insomnio, temblores, sudor frío, falta de apetito, cambios bruscos de humor. Después entumecimiento, cefaleas, migrañas y siempre la perversa irracionalidad decimal como desencadenante de tales síntomas.
Decidí consultar mi problema con un profesional. Le expuse ese malestar ante los números irracionales. Y con los decimales periódicos, también. El hombre hizo lo que pudo. “Así que le dan pánico los decimales”. Yo puntualicé que sólo me sucedía con los irracionales. Y con los periódicos. Si uno hace una división y le salen tres decimales no pasa nada. Aunque más ya empieza a ser molesto. Aún así es aceptable. Sonrió ante mi derroche de tolerancia, enarbolando su máxima “al final todo es la mente”, con la certeza de que estaba ante un caso de trastorno obsesivo compulsivo de manual, TOC para los amigos. Toc-toc, ¿quién es? ¡El toc! Pase, pase, como si estuviera en su casa. Vale, ya sigo.
Muchos conocerán el denominado síndrome de Staendhal, esa sensación de desbordamiento ante lo sublime, ese maravillarse colmado hasta el punto de nublar los sentidos. Bien, a mí me sucede justo lo opuesto. Y no me parece justo, “síndrome” suena mucho mejor que “trastorno”. Menos si es de inmunodeficiencia, claro. La cuestión, para no desviarnos del tema, es que al ver que con las sesiones no avanzábamos en absoluto un día planteó la alternativa de la medicación, tal vez harto de ver mis muecas ante los desvaríos que salían de su calculadora. “¿Y qué le parece esta cifra?”, decía. Entendí que no podía ayudarme, de hecho lo sabía antes de poner un pie en su consulta: el problema era de aquellos números y no mío.
Días después, tomando unas cervezas con un colega biólogo, surgió la cuestión y comentándola concluyó así: “Al final es todo química”. Bioquímica, de ahí las pastillas, claro. Aún así seguía sin estar convencido. Tengo presente el comentario que escuché a un físico, bastante acertado en mi opinión: “Lo siento por los químicos y los biólogos pero al final todo es física aplicada”. De hecho comparto esa apreciación sobre química y biología y se la aplico también a la física desde mi punto de vista, como matemático. Ni que decir tiene que eso sólo pone las cosas peor.
Que al final todo sea matemática, irracional. Porque vamos a ver. ¿Acaso hay alguien en su sano juicio que pueda soportar que 1 no sea divisible entre 3? Cero coma 3, 3, 3, 3, 3, 3… Según algunos está resuelto, se pone un pequeño paréntesis horizontal (¿qué hace un paréntesis en horizontal? Eso también me molesta) y de tan burda forma se le da remiendo a un asunto crucial. Es una zafiedad enervante. Una burda simplonería. Pero lo contrario es aún peor, lo contrario es otro 3. Otra solución que se sabe que no soluciona nada sino que es más bien la causa del problema.
Esa realidad, en toda la dolorosa extensión de su crueldad, no es nada comparado con ver un 7 detrás del último 6 cuando uno divide 2 entre 3 . Eso es pena de muerte. ¡Es mentira!
La única verdad es que 6 y 3 nunca van a sumar diez. Es imposible hasta como milagro. Pero es que también es imposible una secuencia infinita. No hay reconciliación posible ni cura para mi enfermedad.
Y la culpa es del 3. A la mayoría de la gente le gusta el 3, es un número simpático, dicen. A mí también me gusta. Pero lo odio. Está en todas partes, se mete en todo. Pero con sutileza, a traición, para que a la mayoría de los mortales les pase desapercibido y sólo los familiarizados son su veneno y malas artes lo reconozcamos ipso facto en sus diabluras, como unas posaderas que se muestran a la luz del día ante todos pero sólo atormentan la cordura de unos pocos desafortunados. Como dios haciéndote un calvo. Implícito. Y alguno aún dirá, si 6 y 3 jamás van a sumar diez, al menos ahí no está el 3. Pobres diablos. No saben que diez es en realidad el triple más el tercio, de propina. ¿Cómo que el triple, de qué y el tercio de qué? ¿Es que nadie me ha escuchado? Del puto 3.
Se puede objetar que no hay ningún 3 en el uno, y es cierto. Ahora bien, como a alguien se le ocurra ponerle un 3 dividiendo tendrá una orgía de treses sin fin para los restos. Y tampoco lo hay en el dos, ¿cierto? Hasta que alguien lo divida entre 3 y tendra una infinita ristra de seises, que no es un 3 sino dos. Tal vez el cuatro escape de su ponzoñosa influencia. Así es a primera vista, hasta que uno repara en que es seis lo que le separa de la decena. Divida, dívidalo entre 3 y verá que sigue el mismo camino que el resto. ¿Tal vez el cinco esté libre de esta plaga? Quizás quede algún rincón en el universo libre de treses, ¿podría ser ese lugar el cinco?
Veamos: cinco, diez, (este voy a hacer como que no lo he visto) QUINCE, veinte, veinticinco, TREINTA. ¡Tres veces el triple y el tercio y está lleno de cincos! Para ser exactos, seis. El cinco también es cómplice, traiciona el doble que cada dos por tres. Suficiente, a la tercera va la vencida, no puedo más. ¿Y el siete? No es más que lo que le falta a 3 para diez, o peor aún, 3 es lo que le falta para diez a siete. Por no hablar de dividir. ¿Tal vez el ocho quede libre de mácula? Tal vez para un ciego. Y ahora lo digo literalmente, no sé como se escribe ocho en braile pero cualquiera que no esté ciego, ¡puede ver que eso son dos treses!
Lo que expongo es evidentemente grave pero alguien podría objetar que se puede vivir sin dividir entre 3. Ay, si el problema fuera sólo dividir. Multiplique entonces, multiplique. Cualquier cifra que se acerque a un 3 como factor quedará encinta de su malsana influencia y dará como resultado otra, cuyos dígitos sumados entre sí devuelvan otro múltiplo de 3. ¿Quiere ver a qué me refiero? Repasemos la tabla del 3. 3 por cuatro, doce. Que es un uno y un dos ¡que suman 3! 3 por cinco quince, ¿y qué es el seis? ¡Exacto, el doble de 3! 3 por seis dieciocho, estupendo, ni uno, ni dos sino tres treses, 3 por siete veintiuno, y así… Eternamente. A perpetuidad. Sin escapatoria.
¿Comprenden ahora mi desasosiego? Imagínese el moco más pegajoso que exista. Eso es el 3. Por más que se esfuerce lo tendrá Vd para siempre en la mano y con su torpeza no va a conseguir más que cambiarlo de dedo.
Busqué la salvación en el pensamiento místico. Uno podría pensar que, más allá de la matemática, al final todo es cuestión de fe. ¡Pero ni dios podría deshacerse de un 3! Y así se ha quedado, uno y trino, por los siglos de los siglos. Qué remedio. Pero lo que me supera es que me digan que mi problema es a causa del estrés. Es 3. Por supuesto.
Cada vez que miro el reloj el tres está ahí, esperándome agazapado, si no son tres cuartos, tres cuartos faltan y si son y media, son 30 minutos. Doble peor si son en punto. Tengo la inquietante sensación que cuando dios dijo aquello de “hágase la luz” el 3 proyectó su sombra. Ya estaba allí, oculto entre las tinieblas, listo para propagar su infecciosa influencia.
Mi salud está empeorando hasta el extremo de incapacitarme para mi trabajo. He empezado a oír voces, cada vez que he de multiplicar un 3 por un cero escucho como en un murmullo “ya veremos, ya veremos”. Por un tiempo encontré consuelo en los números primos. Al menos sé que ahí la ponzoñosa malicia del 3 queda circunscrita a su estampa. Ni siquiera sus dígitos forman un 3 ni ninguno de sus múltiplos. Hasta que reparé en que, como es natural, tampoco suman nunca 0. Fue entonces cuando supe que todo está perdido. Comprendí que lo que sentía era vértigo y que había estado contemplando el vacío. Un ancho vacío. Un vacío profundo. Un vacío alto. Sería más soportable si fuera sólo un vacío, en lugar de 3.
Desde hace años hay un cierto debate en el seno de la comunidad científica, uno muy significativo entre los muchos que tienen lugar.
Y es especialmente interesante porque concierne a nuestra noción de la vida, de donde empieza y termina ésta para convertirse en mera materia inerte.
Al menos así es como se interpreta hoy en día, bajo el paradigma actual. Decía un antiguo anuncio de televisión, de insecticida, que las cucarachas nacen, crecen se reproducen y mueren. El patrón se puede hacer extensivo a cualquier ser vivo conocido, incluso a los virus.
Pero el caso de los virus presenta algunas peculiaridades que son la razón de ese debate aún no cerrado con un consenso. A pesar de cumplir el criterio de la secuencia mencionada, los virus ni están vivos de por sí ni pueden completar ese ciclo por sí mismos. Eso ha obligado a plantear algunas teorías sobre su origen en términos evolutivos, que bajo el paradigma actual es la teoría a la que se exige explicar toda la biodiversidad que conocemos. Incluidos los virus, queramos entender que son seres vivos o no.
Y es que la duda es razonable, un virus, por sí solo, ni constituye ni puede constituir una forma de vida. Para completar su ciclo requiere necesariamente parasitar un célula, valerse de sus sistemas y hacerse con su control. De ahí que el término haya sido usado también en informática. Son por cierto, bastante más pequeños que una célula, que tradicionalmente se interpreta como la unidad mínima de vida. Siguiendo con el símil de la programación, la célula sería un sistema operativo.
La dependencia de otras células para que los virus puedan existir, apunta a que han de ser necesariamente posteriores a éstas. Lo contrario no tendría el menor sentido. Se barajan teorías como que los virus pudieran ser fragmentos de esas células. La teoría es bastante absurda pero a eso nos aboca la premisa de explicarlo todo bajo el marco de la evolución. ¿Y si descartamos, por un momento, tal premisa?
Entonces los virus se verían claramente como lo que son, un objeto inerte diseñado para atacar a las formas de vida, erradicarlas y permanecer latentes, muertos, hasta hallar más vida que erradicar. Un insecticida, en cierto modo. Y no creo que nadie pueda pensar que un virus informático, siguiendo con la analogía, se programa solo o por azar. No es demasiado sensato.
Tal noción no está exenta, sin embargo, de cierta paradoja, ya que apunta a que los virus podrían estar, en cierto modo y de forma local, antes que las propias células vivas. Me explicaré, y para ello tendremos que reflexionar sobre lo que es la vida y como la entendemos hoy y aquí.
Huelga decir que somos seres vivos. O quizás no tanto, pero podemos partir de ese afianzado consenso. Somos animales, seres vivos, eso parece estar claro para todos al margen de la discusión sobre el origen evolutivo que en realidad no es tal en el ámbito académico. Luego, humildemente entendemos que la vida es lo mejor que le ha pasado al universo. Su finalidad última, aventuramos, aunque apenas conozcamos un rincón del infinito. Esa es la forma de pensar que corresponde a nuestro contexto histórico-cultural presente, de forma completamente transversal.
Si la existencia fuera explicada por una película de Hollywood, las células serían las buenas y los virus los villanos que, tras una detallada narración de su malévolo plan para conquistar el universo, caerían en el último segundo de una cuenta atrás bajo los intrépidos glóbulos blancos en un leve descuido que les costaría la victoria final y su propia vida.
A nadie en Hollywood se le podría pasar jamás por la cabeza la simple idea de que el gran colectivo de seres vivos del que formamos parte no fueran los buenos en esta película. Pero yo estoy bastante lejos de California, apenas entiendo algo de inglés e incluso me dan alergia las nueces.
A su favor he de decir que apenas la filosofía se ha adentrado en este tipo de enfoques y además, por lo general y como es natural por su propia constitución con un desarrollo bastante breve.
Se suele utilizar en algunos contextos el término virus como sinónimo de plaga. Algo que se extiende de forma descontrolada o masiva. Así hay videos que se hacen virales, dando a entender una gran difusión. Expresión con la que han crecido los más jóvenes pero a los que ya cargamos algunos años más a cuestas puede parecernos bastante estúpida. Decía aquel anuncio de matacucarachas que éstas nacen, crecen, se reproducen y mueren. En cambio ninguna plaga de virus podría llegar de forma activa más lejos que las células que requieren para multiplicarse. ¿Quién es entonces la auténtica plaga?
Los virus por sí solos, como hemos visto, se pueden considerar inertes a todos los efectos. No son vida propiamente dicha aunque interactúen de forma definitiva con ésta. Se parecen más a minas antipersona que a personas. Es una estrategia curiosa para un parásito la de matar a su hospedador, con poco futuro para la propagación de la especie, se diría. Y así es como entendemos hoy la vida y su finalidad última, o más bien un requisito sine qua non, la plaga por antonomasia y además por derecho, queremos pensar nosotros. Nacer, crecer, reproducirse... y lo de morir porque no podemos evitarlo, sí, exactamente como las cucarachas. Los virus están hechos de otra pasta. ¿pero como es eso posible, de dónde han salido?
Bien, desde nuestro contexto presente es posible que a nadie se la haya siquiera ocurrido aunque más bien diría que es una idea que no ha terminado de calar, a saber por qué no termina de gustar, no se ha acabado de hacer... viral. Pero tal vez otras sociedades en otros mundos hubieran alcanzado otras cotas de comprensión de lo que fueron y de lo que les rodeaba, de lo que somos, de lo que la vida es.
Y si aceptamos esa posibilidad podríamos también aceptar que hayan llegado a conclusiones diametralmente opuestas a las alcanzadas por nosotros mismos hasta hoy en día. Por lo tanto, una civilización pretérita de cualquiera de las infinitas estrellas, mucho más evolucionada que nuestro estadio actual, podría haber llegado a asimilar que la vida en sí es un fenómeno vil, nocivo y cruento. Además de carente de todo sentido. Incluso nuestros filósofos saben que el problema es la existencia y la no existencia la solución. Aunque alguien convencido de tal hecho es más lógico que solucione su problema en términos individuales antes que tratar de convencer a ningún colectivo que como todos sabemos son tan estúpidos como el más estúpido de sus integrantes.
Sí, señoras y señores. Caballeros de la CIA, el MOSSAD y el FSB. Los virus son un arma. Pero eso ustedes ya lo saben, en cierto modo. Aún así es probable que no interpreten la evidencia correctamente. Porque si realmente esta concepción de la vida que expongo (y que sea correcta o no aquí tiene un papel trivial) lograra abrirse paso hacia las conciencias de una sociedad, una cultura determinada de forma masiva, viral, se diría, tal vez esa civilización no se contentara con borrarse del mapa como un filósofo desquiciado que aplica sus inapelables conclusiones a su propia vida.
Si realmente el convencimiento fuera profundo y su voluntad determinada, no bastaría con un suicidio colectivo como especie. Su misión en la vida sería entonces interrumpir el ciclo de la vida que sólo trae dolor absurdo y sufrimiento sin sentido. Y a tal empresa dedicarían desinteresada y generosamente sus últimos días. El resultado sería la minúscula pieza de ¿bio?ingeniería que son los virus. O quien sabe, quizás ésta sea solamente otra hipótesis carente de fundamento, no obstante responde en cierto modo la sencilla pregunta que Fermi legó al mundo. Si es que su premisa era correcta.
Aún así me resulta más plausible que la hipótesis postulada del fragmento celular. Tal vez no hallemos vida en otros planetas. Pero ¿y virus?
El profesor entra en aula con su bastón, renqueante, y el ceño fruncido, barruntando quién sabe qué.
-Antes de empezar, háganme un favor, dibujen ustedes una casa. Cada uno, por separado, una casa. Y mientras les voy contando… hoy vamos a hablar, entre otras cosas, del poder.
El poder, señores, el poder. Lo escribe en la pizarra con grandes y desiguales letras. -No empezamos por aquí por casualidad, ¿no les parece? Casualidad. Seguro que utilizan de forma habitual esa palabra. A estas alturas de mi vida a mí me suena como decir cocreta. O murciégalo. El desvarío de un disléxico. Porque, ¿cómo definen ustedes “casualidad”? Suerte, azar...coincidencia...por ahí tal vez vamos mejor. Pero no, señores, nada de eso existe, lo único que realmente observamos es una causalidad. Un orden causal, una secuencia. Que podemos representar en un eje temporal imaginario. I-MA-GI-NA-RIO.
No vivan ustedes en el pasado, ya no existe. Aunque no seamos mucho más. Ni en el futuro, que aún ha de llegar. Si es que llega y a ver cómo. No se dejen embelesar por promesas vanas. Aquí y ahora. No hay nada más. La diferencia es que hay muchos “aquí” y un solo ahora. Tengan fe en el presente.
Por las caras, les parece que estoy pontificando, claro. Otros suelen comentar que lo que me sirven en la cafetería no es sólo café, bien. No lo es, no, ya se lo digo yo. Algunos podrían preguntarse de donde proviene mi autoridad. Podrían cuestionarme. Muy bien. Y yo les podría responder que soy primo hermano de dios...o qué narices, dios mismo, y de ahí procede mi autoridad. Y tendríamos a un rey, a un faraón… pero como ustedes no son estúpidos… por lo menos hasta que se demuestre lo contrario, ¿eh? Pues tal vez me digan que no se lo creen, hombres de poca fe. O peor aún, que soy un impostor y que los que tienen a dios en su árbol genealógico con ustedes mismos. Y ya tenemos montada la de dios es cristo ¿no?
Y entonces será el PO-DER el que determine quien tiene… ¿razón?. No creo que podamos llamar así a… miren, alguien sabio dijo que dios está siempre con quien tiene más cañones. Perspicaz, por lo menos. Y como ya hemos visto no será por casualidad.
Hitler afirmó: el derecho es la fuerza. Como todos sabemos no fue su único error. El poder es la fuerza. Es la diferencia entre PODER y NO PODER. ¿Parece casi un chiste, no? El derecho es otra cosa, que también parece un chiste, ahora iremos, pero es otra cosa. ¿Y la autoridad, donde encaja aquí? Vamos a ver como encajan estas piezas, ya que han estado ustedes practicando.
El poder es lo que emana de la fuerza, o viceversa, pero no nos confiere ni la más mínima autoridad. ¿O de verdad por más fuerte que les arree en la cocorota, les voy a convencer de que juego al mus con dios? Si les quiero convencer utilizaré la razón, si les quiero someter utilizaré la fuerza.
Y puedo tener las dos o ninguna, dividan un cuadrado en cuatro partes y vean ustedes las posibilidades, los matemáticos le han puesto algún nombre, creo. Les gusta hablar de matrices y senos y… unos pervertidos. Y eso hacemos, ponemos nombre a las cosas. Entenderlas va mucho más allá.
Por lo tanto… la autoridad proviene exclusivamente de la razón. Si no definen ustedes bien los conceptos con los que trabajan, no es que no vayan a llegar a ninguna parte, es que ni siquiera sabrán qué están diciendo. Tenemos clara la diferencia entre autoridad y poder, ahora, ¿donde encaja el derecho? ¡y dios! Por derecho divino, ¿eh?
Yo les podría decir que el derecho es como el poder se disfraza de autoridad, pero tampoco es sólo eso. Hay razón en el derecho… a veces. Las buenas mentiras siempre tienen algo de verdad. Nos la dan con queso, señores. Y dios, la enormidad de ese concepto… que no sabemos, por definición, ni de lo que hablamos. “Padre nuestro que estás en los cielos...”.
Porque fíjense que paradoja, les voy a hacer de abogado del diablo, según definamos a dios; y hay tradiciones que lo entienden como la propia naturaleza, nuestro grado de consanguinidad sí que nos va a ayudar a fabricar más cañones. ¿O va a ser la razón, de la que emana la autoridad, la que en realidad nos ayudará en tan “noble” empresa?
¿Acaso van a ser la razón, dios y la autoridad la misma cosa? ¿O dios es, como el derecho, otro disfraz de autoridad para el poder? Como verán no son condiciones excluyentes. Y las buenas mentiras suelen tener algo de verdad. Y con verdad o sin ella nos servirán para acercarnos a la realidad.
Señala alternativamente las palabras “dios” y “razón” escritas en la pizarra. -Se lo dije el primer día, las palabras nos traicionan… pero no como el cometa Halley, cada tanto, no… no, no, en cada preciso instante.
Hay palabras que denominan muchas cosas y cosas que son denominadas por muchas palabras distintas. El lenguaje es absolutamente defectuoso, partan de esa base. Y a partir de ahí dejen de vivir o háganse un poco poetas y disfruten con ello. Nunca dejen de jugar. Nadie eligió crecer.
Pero retomando el hilo, llegados aquí, tenemos un problema, uno de esos que desencadena guerras mundiales. Porque si yo tengo más cañones es porque estoy a buenas con dios y tengo por lo tanto la razón y la autoridad. ¿No? Todo mío. Y desde luego, el poder. El rey, el faraón…
Pues no, señores, no, el peor error de Hitler no fue el invierno. Aquí es donde entra el derecho. Claro que un derecho corrupto es sinónimo de poder y por lo tanto de fuerza. Pero es que entonces no hablamos de derecho, hablamos de poder y de fuerza. El derecho es una razón de autoridad. ¿Ya les he acabo de marear del todo o aún no? ¿Van tomando notas? Pues todo eso que distraen del esfuerzo de comprender.
En el día anterior… y disculpen la pequeña perversidad de un débil anciano… -fuerza una pequeña tos- les di una pequeña instrucción, aprovechando que en este aula yo soy la figura de poder... y espero que de autoridad. En cierto plano, no vengan ahora todos a pegarme… además saben que con mucho menos que eso podrían destruir sus carreras y con ello sus propias vidas. ¿No se han fijado que a ustedes nunca les aguanta nadie la puerta para que pasen? Bueno, a ellas seguro que sí, pero esa es otra cuestión en la que ya entraremos...
Les pedí que mandaran “a la chica más guapa de la clase”. Y eso hicieron, con más o menos fortuna. Seguro que a muchos les pareció un abuso, aunque no sepan ni decir en qué fueron abusados, simplemente se sintieron mal por la situación en la que fueron puestos. Aún así, ustedes, como conjunto, cumplieron la instrucción. Poder, que no autoridad, nos pasamos la vida confundiéndolos. Lo que alguien podría preguntarse...preguntar, de hecho debería, es ¿con qué derecho formulo una petición de tales características? O con qué "razón"...
Entonces, ¿qué es el derecho en realidad? ¿Han leído ustedes Guerra y paz, de Dovstoievski…? ¿o es de Tolstoi? Da igual, yo tampoco, pero de momento nos basta con el título. Derecho romano, pax romana. El derecho es una razón de paz, apunten esa otra los que gusten de afirmaciones grandilocuentes. Se lo voy a resumir de la manera más sencilla posible, hay una película de finales del siglo XX que lo define a la perfección: “vamos a llevarnos bien, o aquí van a haber ondonadas de hostias”. Eso es el derecho. O debería ser.
Eso que termina el de uno donde empieza el del otro, lo habrán escuchado, lo dicen los mismos que trazaron las fronteras de Colorado, pero en fin, ya es un algo... La fuerza no es ningún derecho ni ninguna razón en sí misma. Es en todo caso el fracaso de ambos. Del mismo modo que fracasaron ustedes en rechazar una petición poco razonable. Pero no se preocupen demasiado, es lo habitual.
Lo que sí que es mucho más preocupante es su gusto para las mujeres. Porque vamos a ver… -va borrando las diferentes palabras para escribir en su lugar una nueva- ¿alguien considera que está en condiciones de decirme qué es la belleza? ¿o lo que me va a dar es su opinión?
¿O va a ser un cierto poder, está por ver si autoridad, el que diga qué es bello y qué no lo es? ¿qué es arte o qué es basura? Si es o no literatura… ¿creen de verdad que la ciencia se salva de eso, por mucho método científico del que hagan gala? ¿que hay un belleza objetiva y científica?
Pues en cierta forma sí. Los físicos la reconocen en las fórmulas que describen la realidad. Hemos borrado a dios pero sigue estando aquí, y en todas partes. Señala un vacío en la pizarra.
Pero me temo señores que apenas estamos empezando a entenderla... que en la mayoría de casos va a ser el poder quien contamine nuestras razones y que… y que...¿Clara, no ha venido? -la chica mueve el brazo desde el fondo entre el desdén, la estupefacción y la resignación- Ah, ahí atrás… bien, bien, celebro que nos vayamos conociendo. Y que Clara, y gracias por soportar estoicamente mis impertinencias, no es la chica más guapa sino en una determinada opinión. Oigan, qué quieren que les diga, hay a gente que le excitan los muñones. No va por Clara, eh.
Tal vez la pregunta sea aún más perversa, más capciosa. O sencillamente sea un error de planteamiento, ¿hay un color más bonito que otro? ¿son más armoniosas las ondas de cierta frecuencia? ¿sí? ¿Con respecto a qué? Relatividad. Lo hacemos todo el tiempo, comparamos las cosas para definirlas, por contraste, empezando por el tiempo mismo, que pone en correlación dos distancias. Distancias, bien empíricas. Y relativas. El tiempo no es ni relativo, es sólo la forma que tenemos de interpretar la secuencia causal de eventos en el espacio.
Significa entonces que esa relatividad, esa indeterminación si lo quieren ustedes en versión cuántica, es la realidad última de la… ¿realidad?. Absolutamente no. Claro, relativo es el movimiento mientras vaguen ustedes por el infinito cosmos de su ignorancia. Y la realidad es una probabilidad resultado de azar, que es lo mismo que afirmar que se ignoran sus causas últimas.
No pierdan ustedes la fe, ni pasado, ni futuro, ni tiempo. Sólo hay un presente que inexorablemente se nos escapa. Sólo tenemos causalidad. El mundo no es del color del cristal con el que se mira. El mundo es el mundo y el cristal es el cristal, no son las palabras las únicas que nos traicionan, también nuestros sentidos, nuestra percepción. El problema… grave problema… es que es todo lo que tenemos para aproximarnos al mundo. Por eso vamos a tener que aprender a extraer de las mentiras el elixir de la verdad. O eso o al menos bálsamo de Fierabrás o a saber que mejunje.
El fracaso es la norma, acostúmbrense. Pero tampoco demasiado. ¿Quién se acuerda del flogisto? O de la bilis negra o amarilla… nos quedamos con el buen humor. La verdad se abre paso con la autoridad de la razón. Hacia el poder. Hacia la belleza. Hacia, lo saben ustedes, dios… Si las palabras fueran suficiente, ¿por qué nadie se habría tomado la molestia de descubrir la matemática?
A ver si se piensan ustedes que el teorema de Pitágoras lo inventó Pitágoras, muy al contrario lo que hizo fue identificar y enunciar una propiedad. Las palabras, no… ¿de verdad no han visto la película que mencionaba antes? "El concepto", dicen ahí.
Pero lo cierto es que hoy vivimos en un mundo de relatividad e indeterminación...y azar. Reconozcamos nuestra ignorancia allá donde se halle porque es una premisa indispensable para enmendarla. ¿Quieren ustedes aferrarse a las palabras? ¿A una nube de ideas difusas tan diversa como una opinión? Bien, echen un vistazo a la casa que han dibujado a sus lados, miren la suya. Copos de nieve, no hallaremos dos idénticas. Y que nadie se atreva a pensar que esas diferencias son fruto de azar o aleatoriedad alguna. Metan esos términos en el mismo cubo de la basura al que pertenece sus concepción del tiempo.
Y eso con un concepto sencillo, imagínense que les pido que dibujen… ¡a dios! Serían unas buenas risas, seguramente, pero… tal vez no fuera buena idea, bajo cierto pensamiento podría tomarse como una grave ofensa. Volvemos al derecho, hemos mencionado el humor. Y en la próxima clase podríamos hablar de uno de los grandes falsos dioses de nuestros días, la libertad. Les aviso ya, no cierren el cubo de la basura.
Pero el ejemplo que les planteo nos remite al problema mencionado, ¿han visto ustedes las infames fronteras del estado de Colorado? Hemos de dejar de pensar en binario. Sí o no, sí o no, sí o no. No. O a veces sí. Renegaba un filósofo del absurdo de que todo esté relacionado con todo. Y naturalmente es un absurdo si ustedes no entienden que lo que existen son grados de relación. Sí y no. Y no existe contradicción ninguna. Ninguna. De hecho es una consecuencia lógica imperativa, como todo lo que existe. Hasta lo que sólo existe en su imaginación, como el tiempo.
Pero el problema no es imaginar, nunca lo ha sido. El problema es confundirlo con la realidad. Y la realidad… ¿quién la conoce? Ése es el problema, luego, seamos prudentes. Y en cuanto a los derechos, seamos tolerantes. Porque en caso contrario lo que tendremos es una línea de fricción constante, una frontera artificial y artificiosa que no responde en absoluto a la realidad sobre la que actúa. La mitad de ese árbol ya es Kansas. Y supongo que con lo de “cansas” les estoy leyendo el pensamiento, así que no voy a marearles ahora con la cuantización y las fronteras geográficas, va a ser mejor dejarlo aquí.
Pero si el cerebro se parece a las tripas les sugiero que digieran lo dicho hasta aquí, si alguien tiene una duda incontinente sobre lo expuesto es el momento de plantearla. ¿No, ninguna? Pues ya lo tienen ustedes más claro que yo.
Tolerancia, señores, tolerancia, que es lo contrario a ser intolerante… también con los intolerantes. Los intolerantes al final se simplifican como un factor común en el numerador y el denominador, el que a hierro mata a hierro termina… y los mansos heredarán la tierra. O lo que quede de ella.
Yo me voy a la cafetería, les propongo que ejerzan su supuesta libertad, que abordaremos en la siguiente charla, y escojan si ver la película mencionada, para los que elijan no verla la clase ha terminado.
El resto entenderán mejor lo absurdo de ideas como buena suerte o mala suerte y la paradoja y el absurdo al que abocan las premisas erróneas, de hecho esa debería ser la definición de paradoja.
O por qué no podemos deshacernos de la relatividad de ciertas nociones sin un conocimiento completo. Y como bueno es lo que bien acaba… por más relativo que sea eso también... yo me voy a terminar la clase con un café, que tengan un buen día.
Un murmullo se eleva mientras el profesor se escabulle del aula:- No ha dicho el título, ¿no?
Se acercaban las fechas de las vacaciones y bien sabía que volvería a salir el mismo tema.
Él intentaba eludirlo el mayor tiempo posible con la esperanza de poder esgrimir la excusa de que ya era demasiado tarde pero finalmente fue su esposa quien lo sacó durante una cena al aire libre, en el jardín. -Bueno, ¿y dónde os gustaría ir de vacaciones este año? -¡De safari!- respondieron los trillizos al unísono.
Se dio cuenta de que sus esfuerzos iban a ser en vano pero aún así lo intentó: -Uy, safari, es un viaje muy largo… ¡y caro!, tendrían que ser menos días entonces, ¿no sería mejor una larga temporada en la playa? -No importa -Da igual -Sí, da igual. Su madre contemplaba el brillo de la ilusión en sus ojos con una sonrisa de consentimiento y él veía que la situación iba a terminar justo donde quería evitar.
-No, no, demasiado peligroso, además. Tal vez cuando seáis más mayores. -Jooo… Los lamentos resonaron contra el silencio y dejaron paso a algunos grillos lejanos. -Han mejorado mucho la seguridad… Lo afirmaba mientras ponía la mano en el brazo de él. -Y esta cosecha ha sido muy buena. Añadió. -¡Oh! ¿no me digas que tú también quieres que vayamos?- en realidad lo sabía perfectamente.
-Hay accidentes cada dos por tres, esos animales son peligrosos, no es ningún juego.
-Nos portaremos bien. -cumpliremos todas las normas… -...y haremos lo que nos diga el guía.
-No se puede negar que se merecen un premio- remató ella.
Era cuestión de tiempo, de repente todo el mundo hablaba de ello y parecía no haber otro tema de conversación a todas horas del día. -¿De verdad quieres ir? -Podría estar bien. Se besaron, con algunas protestas.
-Más vale que hagáis exactamente todo lo que os digan, ni se os ocurra olvidaros, aquello es la selva y en un descuido… -Lo saben bien- le cortó ella con tono paciente ante sus objeciones -se portarán bien, siempre lo hacen. O casi siempre. Uno de los trillizos desvió la mirada a un lado.
-…Y en estas fechas, va a costar una fortuna...- aún se lamentaba por perder la oportunidad de una larga temporada ante el relajante batir del mar. -Ya verás como te va a gustar, no conozco a nadie que se haya arrepentido. -Está bien...- estallaron pequeños y estridentes júbilos -pero… las próximas iremos a la playa. -Sí, sí, sí, sí…
Abrió su agenda y al final del sía siguiente, tras las obligaciones, anotó, “comprar billetes a La Tierra”.
El profesor ocupaba su rincón habitual en la cafetería tras una taza humeante tronchándose con un periódico entre las manos como si leyera un Mortadelo.
-Pero que subnor…
-Profesor, disculpe- Una alumna le interrumpió con un algo titubeante.
-Las tutorías son los jueves.
-Hoy es jueves- replicó confundida.
-¿Hoy es…?- Volvió el periódico para mirar la portada, acto seguido dio un rápido vistazo al reloj y carraspeó un poco:
-Ya, jueves. Pero ni éste es el horario de tutoría ni estoy en mi despacho, ¿qué quieres?
-Verá, es que tengo una duda que me está quitando el sueño últimamente y…
-¿Por qué no vuelan las gallinas?
-¿Gallinas? No, es que…- dudó por un momento de la cordura del viejo.
-Pues entonces es mejor pensar que sí te quiere.
-Profesor, no es eso. Es una duda filosófica que estoy convencida de que no tiene respuesta, es una paradoja, la prueba de que la razón es necesariamente incompleta y…
-Una pregunta mal planteada, entonces.
-¿Qué? Si aún no he planteado nada.
-Has dicho una paradoja, ¿no?
La joven empezaba a temer que se iba a volver tan vacía de respuestas como había venido.
-Pero vale, veamos esa duda- dejó reposar el periódico sobre la mesa y por primera vez desde el inicio de la conversación le dirigió la mirada, los ojos se le encogieron un poco entre las arrugas mostrando un brillo fugaz.
-Bien, la pregunta es: ¿qué sucede cuando una fuerza imparable colisiona con un objeto inamovible?- y la acompañó con un gesto con la mano en el que se podía leer algo como “o sea, esto es la repanocha”.
-Bah- volvió a enderezar el periódico y volvió a su lectura por unos segundos.
-¿Qué? ¿No lo ve? ¡No tiene respuesta, es un dilema! ¡La razón no puede…!
-90
-...o sea, no puede...¿Qué?
-No-ven-ta- silabeó sin levantar la vista del papel.
-¿Cómo? ¿noventa qué? ¿los años 90? ¿Qué noventa? ¿noventa… grados?-La chica empezó a intuir algo.
-Pues claro, no van a ser pollas.
-Oiga, no me… ¿pero 90? ¿por qué 90?- las fascinación había eclipsado toda ofensa.
-Pues vamos a ver, -volvió a dejar vencerse el manojo de papeles sobre la mesa- has planteado dos condiciones, la primera que la fuerza no se puede parar y la segunda que el objeto no se puede mover, y propones que colisionen.
-Ajá.
-Ni siquiera haría falta llevarlo a términos absolutos, bastaría con que fueran equivalentes. Y yo te digo que si al colisionar se desvían 90 grados se satisfacen ambas condiciones.
-No, no es cierto, si dice que se desvían es que el objeto se mueve.
-No, no en ese eje.
-¡Ja! ¡Está usted haciendo trampas! ¡Se está saliendo por la tangente!
-Uhm...-miró hacia arriba y a la derecha buscando en algún rincón de su conciencia – No, a la primera no y a la segunda sí, es justo eso. Pero puedes verlo como quieras- y con esas palabras y una sacudida de papeles volvió a su diario.
-Pero oiga, las cosas serán como son, no como las quiera ver yo, ¿no?
-Por supuesto. Pero también se podría interpretar que gira. Al final un cuerpo que gira sobre su propio eje sólo se mueve en relación a sí mismo y puede ser perfectamente estático.
-Pero se mueve.
-Eso dijo Galileo. En otro contexto, claro. -la sonrisa del profesor fue apacible. La joven quedó algo turbada pensando en los enfoques que había pasado por alto, sin saber como seguir, mientras el profesor paladeaba el contenido de su taza.
Pero por supuesto no iba a permitir que aquello quedara así, por lo que optó por un cambio drástico de táctica, dijo: -Ah, entiendo, gracias, pensaré sobre ello. Y por cierto, ¿es verdad que se folla a sus alumnas?
Algo del líquido de la taza del profesor no fue exactamente por donde estaba previsto dando lugar por un breve instante a algunos curiosos ruidos de los que se repuso en seguida:
-A todas, sí, pero me temo que no siempre como tal vez algunas querrían. Nos vemos en clase.
Y acompañó la última frase con un gesto de la mano que sostenía la taza, invitando a su interlocutora a dar por finalizada la conversación con una sonrisa un poco más amplia que la anterior.
La joven dudó unos instantes como si no supiera exactamente hacia que dirección irse y finalmente se dio la vuelta por donde mejor supo sin articular palabra, con más preguntas de las que había venido, que sin duda es lo más parecido a aprender algo.
Se ponía en una esquina y cantaba ópera. Pero no un poquito, a pleno pulmón. Como sólo puede ser cantada la ópera, supongo.
Hasta el punto de poder advertir desde lo lejos como, ya por su incipiente senectud o por lo álgido del pasaje, se le coloreaba el pálido rostro y se le tensaban las facciones.
Era el señor loco que cantaba ópera en el metro, lo veías de vez en cuando. Aunque tal vez para su familia hubiera sido alguien más, un hijo o tal vez también un padre.
Supongo que eso es la que concluíamos todos tras un primer vistazo, una primera audición.
Luego pusieron hilo musical y le jodieron. O se murió. O dejó la ópera.
Entraría en la categoría de músicos callejeros, y de categoría. Pero, a resultas de su género predilecto, las fuerzas del orden, que a buen seguro fueron los únicos que alguna vez interrumpieron un recital, no lograban hacer mucha mella, pues no había equipo ni instrumentos que sustraerle, así que en cierto modo tuvo una carrera bastante longeva.
Tal vez, he llegado a pensar con los años, si alguien le hubiera preguntado, hubiera hallado a un hombre perfectamente cuerdo.
Y simplemente le gustara más la acústica de los andenes que la de su sala de estar. Y le sudaba del todo la polla lo que pensaran los demás .
El profesor entra en el aula y el revoloteo se va apaciguando, deja unos libros y papeles sobre la mesa y rebusca en uno de sus bolsillos hasta encontrar un pequeño monedero. Deja una moneda sobre la mesa y se vuelve hacia la pizarra para escribir “libertad” con letras exageradamente grandes.
-Libertad, señores. No es un proclama política, es el tema del día, entre otros, como verán, relacionados.
Tal vez sea la palabra más manoseada, toqueteada, manipulada y trillada de nuestro lenguaje. Quizás con la excepción de "amor". Entenderán entonces qué clase de cóctel explosivo es eso del "amor libre". Pero empecemos por el principio, o mejor desde antes del principio.
¿Cómo se hace eso? Pues vamos a ver que nos va a suceder como con Descartes, si entendemos la libertad como la cualidad de ser libre, entendemos que la libertad es un ejercicio, aquí el sustantivo esconde un verbo, que por cierto no existe. Porque liberar o liberarse implica un cambio de condición, no es el ejercicio de la libertad en sí mismo. Parece que es algo que damos tan por supuesto como el aire y veremos que no está tan claro.
Y la libertad como condición de ser libre requiere un sujeto al que referirse, como todo verbo, como todo adjetivo. No es una mesa, no es una silla. Es una condición, una característica. Deberemos entonces ira a antes del principio y ver a qué señala, qué implica. Y lo que implica es un yo. Que en los días buenos pienso que es lo mismo que un tú y que un él, los días malos nos acordaremos de Hume.
El pretendido yo es el pretendido depositario de la pretendida libertad. (Escribe “yo” a un lado, más pequeño). Pues bien, me temo que voy a tener que darles un disgusto, porque seguramente nada de eso funciona como ustedes piensan. (Se elevan algunos pequeños murmullos)
En nuestra experiencia de cada día tenemos muy claro quienes somos. Yo soy yo. ¿Recuerdan nuestra fórmula del primer día? (escribe debajo “1=1”) Pero es cierto que eso no nos dice gran cosa, como definición no nos va a ser muy útil. Yo soy yo, mientras sea (escribe 0=0 más abajo aún).
Y al parecer todos venimos de aquí (da unos golpes con la tiza bajo uno de los ceros). ¿O a caso tienen ustedes algún recuerdo de antes de ser...? Iba a decir eyaculados, pero tal vez no sea apropiado por varios motivos… Por lo general no tenemos recuerdos del inicio de nuestra existencia, ni como fetos, ni amamantados por nuestras madres, cosa que supongo que podemos agradecer a la sabia naturaleza.
Qué le vamos a hacer, somos mamíferos, nadie es perfecto. Supongo que ya les han explicado la versión 2.0 del polen y las abejas. Un óvulo y un espermatozoide y nueve meses de gestación, en el caso más común. De ahí venimos todos, de ahí viene cada yo. Eso lo sabemos todos.
Lo interesante es el paso de aquí a aquí (señala el cero y el uno alternativamente) que sería aproximadamente esto. (escribe debajo de las anteriores 0=1) ¡Anatema! Dirán ustedes. Y ya dicen bien, ya… (escribe un interrogante al final de la ecuación).
En realidad es justo al revés, ¿no? (escribe más abajo aún 1=0 y se oyen algunas risas) Bien, sea como fuere… la cuestión es que el “yo” es un producto de elementos más simples, como no puede ser de otra manera. Y si nos atenemos al principio de causalidad, y aquí al señor Hume le tendremos que dar de comer aparte, y aceptamos que los eventos suceden por una razón, ya sea conocida o desconocida, accesible o inaccesible… deberemos concluir que todo lo que sucede es inevitable y lo que no sucede, imposible. (Se hace un breve silencio) Ustedes también. (Señala con la tiza al aula dibujando un arco horizontal).
Azar. Aleatoriedad. ¡Suerte! O mala suerte, vaya usted a saber. Todo ello son malas interpretaciones de la realidad que nos envuelve y nos conforma. Sinónimos de ignorancia. Porque cuando alguien afirma que un evento sucede por azar, o que es aleatorio, está declarando abiertamente que desconoce sus causas precedentes. O peor aún, afirmando que no existen. O que causas y efectos no tienen necesariamente una conexión, como afirmaba el caballero al que hemos puesto a comer en una esquina.
Pero cuidado, no es que las tesis del señor Hume carezcan de interés. Pero si algún día tenemos que recurrir a ellas será en la más absoluta desesperación del raciocinio, habiendo descartado otras que se muestran francamente más probables y que han generado el desarrollo científico y tecnológico que nos permite desplazarnos en patinete. Que no es mucho, pero en ello estamos.
Entonces, causalidad. Determinismo, si ustedes quieren. Fatalismo es otra cosa más ligada a la superstición, no me lo vayan a confundir. Y si de unas causas A se van a derivar imperativamente unos efectos B, dadas las leyes que rigen los comportamientos de las… vamos a decir sustancias, que emanan precisamente de las propiedades de dichas sustancias… la realidad que observamos es la única solución posible a todas las causas precedentes que la han determinado.
El destino está escrito, dicen algunos. En cierta manera, pero me temo que todavía lo estamos escribiendo. Tengan fe en el presente, no tenemos más. Pero no sólo nosotros, nuestro “yo” (lo señala en la pizarra) somos un resultado inevitable de la cadena causal, y es que cada decisión y cada acción que realizamos está sometida a esa misma ley.
Así que llegados a este punto podemos concluir que nuestro amado “yo”, nuestra conciencia, no es más que un fenómeno emergente de complejidad creciente pero que jamás escapa a la ley fundamental. Es, seguro que a estas alturas ya lo adivinan, de nuevo, una ilusión. Así que no, sepan ustedes que no existen. (Se gira y tapa el “yo” de la pizarra). Por lo menos tal como se acostumbran a concebir.
La conciencia es antes un testigo de los acontecimientos, y ahí entran nuestras acciones, antes que un centro de decisión. En el sentido de que nuestras acciones son en realidad reacciones que responden necesariamente a unas causas, advertidas o no. Causas también internas pero al final externas, por eso decía Ortega que “uno es uno y su circunstancia”. Se olvidó de advertirnos que, a su vez, uno es parte de las circunstancias del resto y por lo tanto, si nos elevamos por encima del “yo”, podremos observar que tan sólo somos circunstancias.
Somos circunstancias que sólo difieren de una nube pasajera en el grado de complejidad del fenómeno pero que están igual de indisolublemente ligadas a las leyes y principios que nos conforman. Causalidad.
Luego, verán que el yo se ha aligerado bastante. De hecho se ha quedado en poco más que nada (señala las dos ecuaciones de debajo). Sucede que nos gusta pensarnos como sujetos de decisión y no como los sujetos de reacción que en realidad somos. Si es que somos sujetos, el yo queda sujeto con alfileres, se diría.
Así que si lo que hacemos en realidad es reaccionar, algo aquí no está del todo bien, vamos a darle unos retoques. (Se acerca ala pizarra y borra la i de libertad. Luego la b y la t y las sustituye respectivamente por una a, una v y una d. Ahora se lee “laverdad”) Ya, ya sé que les he chafado la guitarra, que ustedes creían que existían y al final es que no, pero oigan, no me dirán que ha dolido.
¿O acaso no es maravilloso entrar en un ascensor con un gran espejo y sentir esa amplitud mientras están encerrados en realidad en una caja de zapatos? Lo mejor es que la sensación de amplitud, es real. Pero ustedes saben que están en una puñetera caja de zapatos, si lo piensan un poco.
Así que la verdad es que la libertad, así en letras enormes, no tiene sentido. Si lo queremos ver como la facultad de llevar a cabo nuestros deseos tendríamos que disponer primero de la facultad de desear. Y claro que deseamos, claro que el ascensor parece enorme. Enfrenten dos espejos y descubrirán ustedes el infinito. O al menos su ilusión.
Piénsenlo un poco, ustedes no deciden ser quien son. No escogen de partida ni su genética ni su contexto y su desarrollo va a ser una continua dialéctica entre ambos. Pero se pasarán la vida defendiendo esa ilusión del “yo”. Irónicamente que no haya sujeto depositario de libertad alguna es de alguna forma bastante liberador.
No se confundan, la responsabilidad de sus acciones se la van a exigir igual. Van a sentir deseos e inclinaciones, van a experimentar el infinito entre los espejos. Sentirán dolor, tristeza, pasión y alegría. Pero no conviene olvidar que en última instancia nada de eso es real, no por lo menos de la forma que acostumbran a interpretarlo. Ya, ya, bueno, dirán, pero ¿dónde nos lleva todo esto?
Pues miren, antes de pretender ser libres tendrían ustedes primero que ser y como ven bajo nuestra concepción actual está cuanto menos difícil. Y si quieren cumplir sus deseos deberían tener ustedes la facultad de desear. Y por mucho que crean que desean obtener este título, o a su compañera de al lado, o que se acabe esta clase, lo cierto es que no pueden. (Toda la clase está en silencio)
Pero bueno, reaccionar sí que pueden, ¿eh? Y eso es lo que entendemos por todas esas cualidades ilusorias. Pero miren, para terminar y que no se sientan tan abatidos he traído una amiga que les hará compañía.(Coge la moneda de encima de la mesa y la muestra al anfiteatro).
De hecho les voy a brindar el único consuelo que se puede obtener y es el de saber que alguien está igual o peor que uno… Ya saben aquello de “mal de muchos... “ consuelo de tantos, ¿no? Bueno, pues consuelo al fin y al cabo. A ver si se han creído que son ustedes los únicos que tienen un destino y carecen en realidad de libertad alguna.
¡Oh, cuántas posibilidades! Sí, ilusorias todas ellas. La realidad es una. Y trina, por cierto, miren los tres ejes del espacio. La posibilidad que se consuma es una y en realidad no hay más posibilidad, que ustedes no lo sepan es solamente problema… lo adivinan, de ustedes, por supuesto. Olvídense de multiversos y majaderías semejantes.
Pero no son sólo ustedes los que están atados a un destino que ignoran, esta vulgar moneda, a pesar de tener seguramente más cara que cruz, también tiene un destino. Por lo menos en términos ideales. Vamos a tener que hacer algunas pequeñas trampas pero sólo con ánimo de simplificar, sin modificar las claves del razonamiento y para poder “esclarecer” ese destino con mayor precisión.
Supongamos que esta moneda fuera un poco más especial de lo que es, que fuera una moneda euclidiana con sólo dos dimensiones en este mundo nuestro tridimensional y por lo tanto jamás pudiera caer de canto. Si la lanzo al aire saldrá cara o cruz, y como es una moneda ideal y perfecta, aunque no encontrarán ninguna así en la realidad, podemos decir que tendrá las mismas posibilidades de caer de un lado que del otro. Tenemos por lo tanto, y ahora sí pueden quejarse conmigo, ¡anatema! una máquina de aleatoriedad. Si es que tal oxímoron pudiera tener sentido.
Si tienen la cortesía de aceptarme la errónea premisa y seguimos lanzando la moneda, por las características teóricas que hemos definido, encontraremos que la serie de resultados debería aproximarse al 50% con más precisión a medida que la serie se alarga, y podría ser potencialmente infinita. Fíjense la cantidad de tonterías que estamos diciendo hoy, pero el que no se consuela es porque no quiere.
Pero hete aquí que tenemos un problema, porque si nuestra estimación estadística nos indica que la serie de lanzamientos ha de converger en un 50% perfecto allí en el infinito donde se encuentran las paralelas, que sería su teórico destino, no podemos tener un 50% de posibilidades exacto en cada lanzamiento individual, en el momento que tengamos un resultado la serie debería presentar una tendencia a corregirse para alcanzar su destino de equilibrio.
Este es más o menos el conflicto que se conoce como falacia del jugador, y como ven lo de “falacia” no es gratuito. Todo el planteamiento es más falaz que una vaca esférica. La única solución es madurar y comprender que no hay nada ideal.
De hecho ya es bastante cuestionable la premisa de que pueda caer con la misma probabilidad de un lado que del otro. ¿Cómo sabría entonces la pobre moneda de qué lado caer? Me temo que la estaríamos poniendo en un brete.
Si realmente alguien pudiera hacer una moneda con tales propiedades y la lanzara al aire no podría caer porque no tendría la capacidad de definir su estado, se crearía una singularidad que arrastraría consigo a todo el universo y ustedes y yo dejaríamos de existir. Sí, más aún. O menos, según se mire.
Y aunque la maldita moneda sacara de vaya usted a saber donde la capacidad de definirse una y otra vez en cada lanzamiento hasta el infinito a pesar de su infinitamente perfecta simetría, las posibilidades de cada tirada individual y de la serie seguirían sin encajar. Sucede que para hallar esa desviación deberíamos dividir entre infinito y así a ojo daría un cantidad pequeña. Tan escasa como el sentido común que acompaña a este tipo de planteamientos. Así que ya saben por qué las monedas caen de vez en cuando de canto, para mantener a salvo el universo.
¿Recuerdan lo que hemos dicho de las posibilidades? Que no existen. ¿Y del azar? Sinónimo de ignorancia. Pero la máquina de aleatoriedad, oigan, eso ya es insuperable. Lo podríamos llamar paradoja del jugador, aunque en la cartas se descuentan las probabilidades de los naipes que ya han salido, o sea que ni para eso nos vale.
Y digo paradoja porque al final es lo que sucede cuando se parte de premisas erróneas, que las cosas no cuadran, no encajan. Y es natural que nada encaje de forma lógica con una premisa defectuosa. Así que mejor seamos realistas, ¿quieren que les confiese el destino real de esta moneda? Ser intercambiada por un café en la cafetería. O al menos su destino más inmediato, inminente, se diría.
Pruébenlo si quieren, lancen monedas al aire, hagan máquinas de aleatoriedad, como ya saben son ustedes bien libres de hacer lo que les venga en gana, ¿no? Pero lo cierto es que no hay eventos que tengan un 50% de posibilidades de suceder, esa es la defectuosa e infantil interpretación que hacemos, el hecho es que los eventos suceden. Con una probabilidad del 100%. O de 1, siendo más razonables. Lo demás son teorizaciones más falsas que una moneda euclidiana. Y dicho esto, me voy a la cafetería, les dejo que decidan libremente si la clase ha concluido o no, pero me temo que los asuntos del amor, libre o no, tendremos que dejarlos para otro día.
Mientras el profesor abandona el aula quedan en la pizarra las anotaciones de la charla: “yo” “laverdad” y unas ¿ecuaciones? tan absurdamente elementales como contradictorias. Se generan murmullos y comentarios entre los asistentes: -¿Entonces 0 es igual a 1 o no? -No, no, es 1 lo que es igual a 0. -Pues espérate a que lleguemos al 2...
SAVAGELAND:
www.youtube.com/watch?v=jyJLF1cL2r0
Regreso a Savageland
Conocí el caso 13 años después. Nunca me han asustado los casos fríos, más bien al revés. Lo normal es husmear sobre el terreno, hablar con todo el mundo. Lo cierto es que nunca lo he hecho. Seguramente porque no es mi profesión y mi interés se limita a una suerte de afición que tal vez algunos podrían considerar morbosas o sórdida.
No lo veo de esa manera, no tengo un especial interés por los crímenes en realidad, más bien por los rompecabezas. El reto es solucionar problemas que no han podido resolverse. Así que para mí un caso frío por el que han pasado tantos como abandonado sin resolverlo es sólo un caso más.
No quiero aburrir a nadie con mis pequeños éxitos y grandes fracasos, pero en cuanto me crucé con la historia fue como un flechazo. Y lo cierto es que no me había sucedido de ese modo hasta ahora. Supongo que a medida que uno se hace viejo va adquiriendo un bagaje, le acompaña cada vez más equipaje, ya sea para bien o para mal. Antes de que me contaran el final de la historia, sabía exactamente lo que había sucedido. Y sólo había una persona que lo podría corroborar: Francisco Salazar, el único superviviente de la masacre que el 2 de junio de 2011 asoló a la pequeña población de Sangre de Cristo, Arizona. Lamentablemente fue ejecutado en 2013.
En total, 57 víctimas mortales, 58 con él. Por si ese panorama es poco perturbador, uno de esos viejos carretes de 36 fotos, de los que había que revelar. Y detalles si cabe más macabros, marcas de mordeduras en los cadáveres que no coincidían por supuesto con las de Francisco, también él presentaba diversas heridas provocadas por mordeduras humanas.
El problema es que no iba a ser fácil. Francisco contó un relato increíble, destrozado mentalmente por la experiencia, en shock permanente se diría. De mirada a veces perdida, otras huidiza o clavada en el suelo u otras en su interlocutor.
Cómo podría nadie creer aquella película de zombies. Lo condenaron, claro, nadie lo creyó excepto su hermana, María. Bueno, tampoco sé si realmente creyó su historia, pero estaba convencida de que su hermano no podría haber cometido aquellos horribles crímenes.
En realidad cualquiera con sentido común. ¿57 víctimas, en una noche? Lo más extraño es que conociera la historia tantos años después, no parece que las autoridades quisieran darle precisamente bombo y platillo. Más sorprendente es que la prensa sensacionalista no hubiera mordisqueado aquella carnaza durante meses como carroñeros que son. Tampoco tengo demasiado interés en el periodismo de sucesos, en general.
Las fotografías no se aceptaron como prueba en el juicio, aunque tampoco terminaba de probar nada: una sucesión de imágenes, la mitad borrosas y la otra mitad desenfocadas por el movimiento durante la exposición.
Si alguna ventaja tienen los casos fríos es que el trabajo de campo, mejor o peor, ya está hecho. Permiten trabajar desde el sofá, aún con lagunas sin posibilidad de enmienda. Por otro lado presentan una resistencia adicional a ser resueltos. Paradójicamente, el mayor obstáculo pueden ser los que ya han trabajado en ellos. La gente tiende a ocultar sus fracasos y a enarbolar sus triunfos. Al final no son un tema agradable para nadie, tampoco para los allegados de las víctimas o de los victimarios.
Al parecer algunos optaron por el suicidio, presas tal vez de un pánico irresistible. No hay en principio tantas cosas tan claramente peores que la muerte. El caso era complicado en muchos aspectos, por más que la solución hubiera aflorado de forma tan automática como el reflejo de encender otro cigarrillo.
Tal vez fuera mejor dejarlo como estaba en lugar de volver a un lugar al que nadie querría volver. A un recuerdo terrible que todos arrinconan en la buhardilla más oscura de la memoria y tratan de olvidar donde dejaron la llave.
Reabrir el caso no sería sólo difícil, si no peligroso. Pero supongo que alguien tienen que hacer justicia a la verdad. Y a Francisco, sobretodo, y a María. Y aunque no quisieran remover al asunto, a todos los allegados y a las propias víctimas.
Pero el derecho es una disciplina más tcénica de lo que podría parecer, sin nuevas pruebas el caso no sería reabierto. Y los intereses por mantenerlo cerrado en falso serían cualquier cosa menos desdeñables. Quizás la verdad podría aliviar de alguna manera lo aciago de su destino, pero tener la certeza, la confirmación, de ser víctimas de una enorme injusticia sólo pondría las cosas peor.
Sin embargo, retirar la espina que quedó clavada 13 años atrás en aquel pequeño pueblo de Arizona podría proporcionar algún alivio, aunque pasajero. Sin embargo con la ayuda de alguno de los familiares de las víctimas tal vez pudiéramos conseguir esa nueva evidencia.
Con esa esperanza me decidí por fin, después de muchos años de revisar documentación como un ratón de biblioteca, a levantar el culo del sofá. No debería ser tan difícil dar con María y contaba con la facilidad añadida de que hablaba perfectamente mi idioma. Si es que conseguía que hablara conmigo del asunto, aunque desde luego tenía razones de peso: había resuelto el caso de Sangre de Cristo y tal vez encontrado el modo de exculpar a su hermano y limpiar su memoria.
***
Cuando por fin recibí la llamada de vuelta lo que encontré al otro lado era una mujer tremendamente cansada. Trabajaba de camarera en Phoenix y había enterrado a su hermano hacía más de 10 años, pensó que era un periodista que quería escuchar su versión por enésima vez.
“Me han dicho que podría ayudar aclarar lo que paso en Sangre de Cristo”. Tras ponerme sobre aviso de que no contaba con ningún dinero para retribuir mi trabajo, tal vez pensando que era algún tipo de estafa, intenté sin mucho éxito explicarle que, dada la naturaleza del caso, no era buena idea entrar en detalles por teléfono.Viajaría a Phoenix corriendo con los gastos, aunque sólo fuera para quitarle un peso de encima.
Me habló de un periodista que la apoyó durante aquellos años, que investigó el caso y siempre creyó en la inocencia de Francisco, aunque sin llegar a conclusiones sólidas, tal vez quisiera unirse al encuentro. Lo único que le pedí es que me dedicara unos minutos e hiciera el esfuerzo de reabrir aquella dolorosa herida una vez más. Suspiró y después empezó a sollozar, intenté animarla mencionado la posibilidad incluso de reabrir el caso, pero deberíamos ir poco a poco y con mucho cuidado.
Nos despedimos acordando que le informaría de mi fecha de llegada una vez formalizada la reserva del vuelo. Estaba tan enfrascado valorando las distintas posibilidades de como proceder que ni siquiera recordé lo poco que me gusta volar hasta que el avión estaba elevándose del suelo.
Aproveché para dormir la mayor parte del viaje que es la mejor manera de poner las ideas en orden.
Tras un largo vuelo nocturno estaba en Arizona, buscando los carteles perdido por las grandes galerías del aeropuerto. Ya de camino al hotel el sol brillaba pesadamente. Llamé a María y acordamos vernos en una cafetería del centro esa misma tarde. La ciudad lucía mucho más moderna de lo que imaginaba, con suntuosos edificios acristalados, el tranvía… Llegué con mucha antelación a la cita y para cuando María apareció ya apuraba el segundo café.
Agité la gorra de béisbol negra por la que me debía reconocer al verla entrar, mirando a un lado y otro del establecimiento, la expresión al verme fue un intento de sonrisa.
Saludó, nos estrechamos la mano y me explicó que Samuel, el periodista del que me habló, no debería tardar en llegar. “Sam fue el único que me apoyó con todo aquello”.
Con sus padres en México todo aquel episodio le resultó tremendamente duro. Siendo ya dura de por sí la vida para los inmigrantes en esos pequeños pueblos del sur, cerca de la frontera.
Me explicó que no le permitieron estar presente en la ejecución. Y que poco después profanaron la tumba de Francisco, tuvo que mudarse a la capital e incluso pensó varias veces en cambiar de estado o volver a México. Si las cosas no eran fáciles se habían puesto aún más duras desde entonces.
Inquiría con los ojos sin atreverse aún a preguntar mientras me explicaba como habían transcurrido aquellos años. Un hombre negro, alto y fornido entró en la cafetería y ella le hizo señas con la mano, se fundieron en un abrazo: “cuánto tiempo, qué tal va todo”. “Soy Sam”, me ofreció la mano con una apretón firme y largo, evaluándome tras su sonrisa.
“Bueno, has hecho un largo viaje hasta aquí, supongo que debe valer la pena”. No me andé con muchos rodeos, en unas pocas frases les trasladé mis impresiones. “¿Qué? Oh, amigo, esto es increíble. Increíble”. “Lástima que no esté mi hermano para oírlo”. Sam se comprometió a desempolvar su agenda y contactar con algunos familiares más abiertos a nuestros puntos de vista, aunque avisó que no sería fácil. Cerraron el tema con la ejecución y puede que no accedieran a darle más vueltas al asunto. “I’ll do my best”. Me costaba un poco seguir su inglés y María iba traduciendo: hará todo lo que pueda. Nos despedimos aguardando la posibilidad de que hubiera noticias favorables en un plazo prudencial, de lo contrario debería regresar en unos días.
A pesar de que ambos me ofrecieron su hospitalidad volví sobre mis pasos al hotel pensando que, por lo menos, le había quitado un peso de encima y con ello me había dado una cierta satisfacción, además de las 14 horas de vuelo. Volví al hotel caminando para acabar de estirar las piernas y desentumecerme, viendo un poco la ciudad, parando a por algo para comer y con planes de saldar cuentas con el jet lag al llegar al hotel.
Aún no había terminado el refresco que cogí de la pequeña nevera, mientras veía decaer el severo sol de Phoenix por la ventana, cuando empezó a sonar el teléfono de la habitación. “Vaya, pues sí que es cierto que Sam lo ha hecho lo mejor que ha podido. Mucho mejor de lo que esperaba”, pensé.
Ni siquiera caí en ese momento por qué el teléfono que sonaba era el de la habitación y no el móvil que le había facilitado, aunque les indiqué donde me alojaba.
Al otro lado del teléfono una voz en inglés que no supe indentificar, tal vez un hombre de mediana edad, pero desde luego no era la de Sam. Preguntó con corrección por mi apellido y asentí con mi parco inglés mientras me esforzaba por entender: “Verá, soy George McAvoy, fui ayudante del sheriff hace algunos años… en la frontera.”. El trabajo de Sam estaba dando por el momento un fruto muy diferente al esperado.
“Creo que deberíamos vernos”. Accedí con cautela. El bar del hotel me pareció el lugar más seguro en una ciudad que me era por completo desconocida. “Será mejor que hablemos en persona”.
Cuando le pregunté a qué hora me dijo que estaba en frente del hotel. Con resignación me volví a calzar la gorra y me dirigí a la planta principal. Ojalá Sam no hubiera dado demasiado detalles por teléfono, en estos casos nunca se sabe.
Era un hombre alto y delgado de ojos grises, ligeramente encorvado. Para cuando yo llegué al bar el ya tenía una copa entre las manos, esperaba mirando al acceso desde el vestíbulo.
Pedí una copa al camarero mientras tomaba asiento: “Ha escogido un buen hotel”. Le expliqué que al no viajar mucho prefiero ir a lo seguro. “Bien, señor McAvoy, usted dirá, ¿en qué le puedo ayudar?”
-Veo que le gusta ir al grano. Me parece bien. Esta tarde he recibido una visita inesperada, hacía muchos años que no hablaba con Samuel, el periodista del Journal.
Estábamos prácticamente solos en el amplio bar del hotel pero esperó a que el camarero pasara al otro extremo de la barra con una sonrisa en la rutina de sus tareas y continuó:
-Por lo poco que me ha podido explicar Sam, creo que ha encontrado respuestas muy interesantes a preguntas que llevaban mucho tiempo… sin cerrarse… adecuadamente.
Asentí con un leve gesto de la cabeza sin poder disimular cierta satisfacción.
-Sin embargo, las cosas por aquí pueden ser un poco más complicadas de lo que parece.
-¿He pasado algo por alto?
-No, no, yo no lo diría así. Estoy cada vez más convencido de que eso es lo que pasó. Pero sólo hay una manera de comprobarlo.
La última frase sonó algo críptica, intrigante: -Bueno, esperábamos que alguno de los familiares accediera a…
-Olvídese de lo familiares de las víctimas, conozco bien a la gente de la zona, no ayudarán a nadie que tenga que ver con ese asunto, en nada. Le recibirán con una escopeta cargada y el ánimo destemplado, no quieren recordar nada de todo aquello.
-¿Entonces?
-¿Es usted un hombre de palabra...?
Volvió a mencionar mi apellido del mismo modo que a través del teléfono.
-Espero que sí. Aunque no soy demasiado bueno guardando secretos, se me da mejor desvelarlos, debo confesar.
-Es usted un hombre inteligente, estoy seguro de que comprenderá la situación. Y se ha tomado muchas molestias sólo para aclarar esto, algo que por cierto le agradezco. Igual que María, y Sam.
¿Sabe qué? Voy a confiar en usted. Espero que no me obligue a enterrarle en el desierto.
El tono de broma de la última frase en realidad no tenía tanto de broma: -No parece que tenga opción.
-A estas alturas no, ya que se ha tomado tantas molestias tal vez sea hora de zanjar este asunto de una vez por todas… en la medida de lo posible.
Acompáñeme, será un viaje de apenas dos horas.
-¿Al desierto?
-No, de hecho a un lugar en cierto modo peor. Pero no tiene de qué preocuparse, confíe en mí. Se lo explicaré por el camino.
****
Tomé asiento en el lado del copiloto de una de esas rancheras tan típicas de por allí. Las luces de Phoenix brillaban en la oscuridad mientras George elaboraba su discurso sin desplazar la mirada de la calzada:
-Verá señor...- pronunciaba mi apellido de esa forma particular -en la frontera las cosas tal vez no se solucionan siempre de la mejor manera, pero se solucionan. Lo que pasó en Sangre de Cristo… nunca se ha visto por aquí nada igual, ¿sabe? Imagínese los familiares, todo el pueblo asesinado, despedazado, 57 personas… alguna explicación había que darle a aquello. Y créame que no fue fácil.
Además, por aquí tampoco nos gusta que el gobierno federal meta demasiado las narices en nuestros asuntos, todo lo que podemos resolver por nosotros mismos, lo resolvemos. Y a veces también algunas cosas que no. Todos sabíamos que Francisco Salazar era físicamente incapaz de llevar a cabo lo que vimos, se diría que aquello apenas era humano. Algunos hablaron hasta del hombre lobo, ¿se imagina? Otros de leyendas de los nativos… ¿Ha visto las fotografías?
Asentí con la cabeza, también con la mirada fija en nuestro destino y tratando de aguzar los instintos. Esperaba no tener que bajar de una furgoneta en marcha pero contemplaba la posibilidad. George lo vio por el rabillo del ojo y tras un suspiro continuó:
-Algunos pensaron incluso en la iglesia del pueblo, ya sabe, invocaciones al diablo, cosas de ese tipo… Otros hablaban de algún tipo de animal, pero las mordeduras…
-Humanas.
-Humanas, sí, y no sólo eso, de los propios habitantes de Sangre de Cristo. Lo cierto es que no dimos con la tecla, ni barajando las hipótesis más descabellada. El bigfoot, en Arizona. Imagínese.
No, nada de eso. Pero lo que usted dice sí que tiene mucho sentido. Algo se comentó de una posible implicación del gobierno, pero… a saber.
En cambio usted, nos lo ha dado con puntos y comas. A mí me encaja, de veras. Pero aún así me quedaré más tranquilo sí… pudiera comentarlo con Francisco.
-No suelo llevar la ouija en mi equipaje.
-No se preocupe, no será necesario. Nos dirigimos a un centro penitenciario estatal. Allí podrá hablar con él.
-¿Cómo, está vivo?
-No creerá que somos unos monstruos. Todos sabíamos que era inocente aunque no pudiéramos cerrar el caso con esa versión, para el público. Entiendo que no es una buena solución, y que seguramente no le va a parecer bien… como se han hecho algunas cosas por aquí.
Pero fue la mejor solución que encontramos. ¡Él esta bien, no le falta de nada!
-Excepto su familia.
-Nada es perfecto. Pero créame, después de todo aquello… tampoco ha vuelto a ser el mismo. Le llevó años recuperar una cierta normalidad. Y aún así… no le deseo a nadie lo que debió vivir, ni a mi peor enemigo, no señor.
Ahora pinta al óleo, tiene una galería para el solo, se podría decir que es… casi feliz.
-Supongo que es más de lo que se puede decir de María.
-Puede que sí, pero no se crea que no nos hemos ocupado de ella. Es lo mínimo. Algunos funcionarios están al corriente, le tienen aprecio, ahora son su familia. Él ha aceptado su situación, le ruego que no lo complique.
-Un poco aventurado confiarle esto a un desconocido.
-Sin duda. Y espero no tener que arrepentirme. Pero creo que después de tantos años se merece una explicación. Todos la merecemos, pero Francisco más que nadie. Cuando le encontraron temblaba como una hoja, estaba catatónico.
¿Sabe que después hubieron más cadáveres por la zona, no? Unos campistas por allí , otros 9 un poco más al norte, 3 más allá… afortunadamente cesó. ¿Tiene alguna idea sobre eso?
-Algo me puedo imaginar… Espero que no le ofenda, pero el cambio de horario, el vuelo… ¿no le importará que cierre los ojos unos minutos?
-Oh disculpe, que deconsiderado de mi parte…
-Avíseme cuando lleguemos al desierto.
Bajé un poco la visera y dejé que toda aquella locura cobrara un mínimo de sentido en mi cabeza a medida que los faros de la furgoneta devoraban millas de oscuridad.
***
Me sacudía ligeramente el hombro mientras me llamaba por mi apellido, ya me estaba acostumbrando a oírlo pronunciado con su acento.
Estábamos en un aparcamiento salpicado por unos pocos coches ante una mole de hormigón que dividía a los hombres que sabían que no eran libres de los que no lo sabían.
-Hemos llegado, saludemos a algunos amigos.
Al poco saludos con los guardias, la típica bocina de una cárcel al abrirse la puerta principal y pasillos y celdas, lo que viene a ser una prisión. “Vengo de visita con un colega”, les espetaba George, en mitad de la noche.
A través de los pasillos nos íbamos internando en aquel monstruo de cemento y metal hasta llegar a una puerta de acceso que daba a una galería más apartada de las generales. Un hombre custodiaba la puerta en una parca silla mientras hojeaba el periódico y elevó la vista por encima de las páginas al oírnos llegar.
-Hombre, George, tú por aquí.
-¿Está Frank despierto?
-Mmm, creo que sí últimamente pinta hasta tarde, ya sabes, los artistas…
Y terminó la frase haciendo rodar el dedo índice sobre la sien. Acto seguido se levanto y con un manojo de llaves nos dio acceso a la galería, al fondo se veía una tenue luz.
Frank debió oír los paso pero no se inmutó, ensimismado en el lienzo, hasta que llegamos a su celda y vio que no era una visita tan habitual:
-¿George? ¡Vaya! ¿A qué debo este placer tan… inesperado? Y con compañía… ¿quién es tu amigo?
-Frank, viejo loco. Un abrazo. No te lo vas a creer. Te traigo novedades.
-¿Novedades de qué? Creo que no es mi tipo- bromeó.
-De Sangre de Cristo.
El tono y el rostro de Frank se ensombrecieron un tanto, dejo el pincel en un vaso y por fin salió del lienzo con un suspiro.
-¿Qué quieres decir? ¿Quién es? ¿Quién eres?
-Creo que sé lo que pasó allí.
Frank recuperó una sonrisa de incredulidad.
-Jaaa, ¿sí? ¡Ésta sí que es buena! Espera, deja que lo adivine…
Me escrutó de arriba a abajo y al revés…
-A ver… ¿zombies? ¡No, extraterrestres! Estoy cansado de contar la historia, George…
Denotaba cierto fastidio pero aún halagado por el protagonismo, no le dejé acabar la frase:
-Pont-Saint-Esprit .
-¿Cómo?
-Pont-Saint-Esprit . Es un pequeño pueblo del sur de Francia.
-¿Eres francés? ¿Qué tiene que ver con Sangre de Cristo?
-Pues verás, en los años 50 digamos que tuvieron una experiencia bastante extraña, un número similar de habitantes… No soy de allí, no.
Lo que importa es que prácticamente todo el pueblo sufrió un episodio de... contaminación, digamos. No sabían que les pasaba, de la noche a la mañana se volvieron todos locos por algunos días. Creo recordar que hubo algunas muertes.
-¿Y que tiene que ver eso con Sangre de Cristo?
-Años después algunos plantearon que la CIA los dispuso como objeto de un experimento con alucinógenos, a través del pan. Así lo pudieron achacar a una contaminación de un hongo llamado cornezuelo de centeno que produce efectos similares.
-George, ¿de dónde has sacado a este tío?
-En realidad nos encontró él, si hubiera tenido que sacarlo de alguna parte no sabría de donde.
-Mira, lo que pasó en Sangre de Cristo no tiene mucho que ver con un viaje de ácido de una aldea hippie, aquello eran bestias, ¿acaso no has visto las fotos? No me digas que lo has traído hasta aquí sólo para eso.
Hizo una mueca de disgusto.
-Por supuesto que sí, Frank. Claro que las he visto. No hace muchos años hubo algunos episodios de algo que se llamó “droga caníbal”, sales de baño… ¿te suena?
Un tipo se comió la cara de otro...en un autobús, o algo así.
-¿Y?
-Es probable que utilizaran a la población de sangre de Cristo para algún tipo de experimento con una sustancia similar, aunque seguramente mucho más potente, varios órdenes de magnitud.
Este tipo de experimentos se llevaban a cabo en el marco del programa MK Ultra y eran conducidos por la CIA…
-Un momento, ¿esa gente no trabajaba sólo fuera del país?
-La verdad es que la agencia que condujera el experimento es un detalle poco relevante.
-Ahora que lo dices… trabaja allí, pero yo no vivía en el pueblo… ¿el pan?
-O tal vez el agua, quién sabe. Pero lo cierto es que el patrón encaja perfectamente.
-¿Y para que querría el gobierno convertir un pueblo en zombies caníbales?
-Tal vez para ensayar el potencial militar de la sustancia, valorar su utilidad como arma tras las líneas enemigas, que los soldados se devoren entre ellos…
-Creo que sería más efectivo si se lo dieran a los nuestros, no te puedes imaginar la transformación que… no parecían humanos, en serio. No te imaginas como fue aquello, las fotos...no se mueven. Trepaban y corrían como llevados por el demonio. El diablo mismo.
Se devoraban unos a otros, se arrancaban la carne a mordiscos…
George interrumpió: -No me negarás que después de 13 años… es la mejor idea que has escuchado. Todo encaja.
-Hasta los niños,- continuó Frank- hasta los niños… ¿por qué allí?
-No sé, tal vez confiaran que la valla de la frontera actuara de algún modo como contención.
-Ah, bastardos dementes… ¿qué clase de droga puede hacer que la gente se coma unos a otros?
Y para las tropas enemigas… qué mala idea… si se lo dieran a las nuestras terminaban las guerras en un día.
Frank estalló en una carcajada sardónica y continuó: - De verdad, ¿de donde has sacado a este tío?
George adoptó un tono más solemne: -Quería que lo escucharas directamente de él, por si quisieras preguntar o…
-Bueno, parece que está todo más que claro. Y no veo que nada de eso modifique los términos de nuestro pequeño acuerdo, ¿no?
George asintió en silencio.
-No hay mucho que preguntar…
-¿Cómo saliste de aquello, Frank?
-¿De verdad quieres saberlo? No, no creo que quieras. Corriendo más que ellos. Casi siempre.
Se arremangó y mostró una parte del antebrazo donde había una falta notable de carne, de músculo, ya con los bordes muy redondeados pero aún dibujando el contorno de una dentadura humana.
Al poco nos alejábamos de aquella tenue luz al fondo de la galería de vuelta a la zona de los presos comunes.
***
-No había visto nunca una celda tan bien amueblada.
-Frank está bien aquí, la psiquiatra ha hecho mucho por él también. En las condiciones que estaba tampoco hubiera podido seguir con su vida con normalidad.
-Una extraña solución.
-De la que confío que… en fin, sólo tengo palabras de gratitud pero, ¿piensas quedarte por Arizona?
-No, no, ya he hecho mucho más de lo que había venido a hacer, supongo. ¿Y María, Sam…?
-Nada, frank está muerto para la sociedad a todos los efectos y así debe seguir por el bien de todos.
-Y entonces lo de la exhumación de las víctimas para el análisis de toxicología…
-No te preocupes, es imposible que Sam consiga nada.
-Supongo que será mejor así.
-Así es como tiene que ser. No necesito ninguna analítica para saber que sucedió, no tengo pruebas, ni me hacen falta… no tengo dudas.
-¿Y qué vas a hacer sabiendo eso?
-¿Hacer? Lo de siempre. Seguiremos sin fiarnos del gobierno federal.
Ha sido un placer, de verdad. Pero estaremos todos mucho más tranquilos si no volvemos a verte por aquí, sin ánimo de ser descortés, espero que lo comprendas.
-Por supuesto. Espero que no sea necesario. Despídeme de María y Sam, ya tengo bastante con mis propios secretos.
Fueron directamente al aeropuerto y mientras George veía a lo lejos despegar el vuelo apoyado en la furgoneta se hacía la misma pregunta que había repetido Frank: ¿Quién demonios era ese tío?
Universidad de Quorum, 2153
Primera clase de Todología aplicada
Buenas noches… vayan tomando asiento, por favor… bueno, permítanme que me presente, voy a ser su profesor para… o mejor dicho, van a ver conmigo esta hermosa asignatura a la que llamamos todología y su aplicación, como el apellido indica.
Los murmullos y ruidos varios se van disipando a medida que el yeso golpea la pizarra con el característico eco de las grandes salas y subraya dos veces la palabra “aplicada”.
¿Es más importante el apellido que el nombre? No, el nombre te dice quién eres, el apellido de donde vienes. Pero en este caso el apellido nos dice a dónde vamos, y es importante porque la teoría sin aplicación real es hueca. Y dicho esto hagamos un repaso de lo que van a ser los contenidos…
Antes de nada, recordarles que las falditas cortitas y los escotes pronunciados en primera fila me molestan así que les ruego que lo tengan en consideración. Bueno, seguramente molestar no es la palabra exacta, pero les ruego que lo consideren si quieren obtener de mí un discurso mínimamente coherente más allá de balbuceos varios.
Bien. Todología. A mí personalmente la palabra ni siquiera me gusta. Es más, podría decirse que la detesto profundamente, me interesa más la definición. La todología es la aproximación multidisciplinar a problemas de disciplinas múltiples. ¿Qué, cómo se quedan? ¿Se entiende o parece un trabalenguas? Pues bien, eso es lo que es. Iremos viendo, iremos viendo de donde procede, como se origina pero lo importante es su necesidad.
Veamos un sencillo ejemplo: una huelga. Se puede ver como un fenómeno social, por supuesto. Sociológico, por lo tanto psicolológico. Pero también se puede estudiar desde el punto de vista económico. ¿Creen que no se puede ver desde el punto vista médico? Pues deberían ver algunos partes de lesiones. Al final es un acontecimiento político, también en función de su dimensión. Aunque en realidad sólo es un conflicto laboral. ¿Con que no tiene que ver en principio, a ver? ¿con el deporte? Porque ahí hay bíceps que hacen un buen ejercicio. ¿Con la botánica? Porque las porras aún las hacen de madera. ¿Con la astronomía? No sé ¿se imaginan ustedes una huelga durante un eclipse total, o mientras cae un meteorito? La gente no estaría por lo que hay que estar, unos por recibir y otros por dar.
Estoy exagerando, por supuesto, pero lo cierto es que todo está relacionado con todo. Como verán esa casi una tautología, es lo más parecido a afirmar esto: 1=1
Pero como siempre suele suceder la realidad es aún más compleja que las matemáticas. Lo que pasa es que si tenemos eso, sin más, pues evidentemente tenemos una tontería, nos sobra el igual y el uno y estamos igual, y hemos dicho lo mismo, 1. Todo. Tenemos un todo.
Que ya es más que tener nada. ¿Porque bien podría no haberlo, no? Podría haber nada: 0. El problema con esta nada es que la estoy viendo. Pero podría no haber cero, no haber pizarra, no haber edificio, nada… ¿o no? Bueno, lo cierto es que nadie podría tener constancia de ello, ¿no les parece?
No se preocupen, nunca van a experimentar la nada. Porque es nada. Porque no es. Las palabras nos traicionan, señores. Y señoras. Las señoras también, por supuesto. También nos traicionan, pero lo importante aquí…
Lo importante aquí es que si ese uno no tiene estructura, si está en equilibrio perfecto es cero. Se puede ver como una autocancelación. No en vano el cero es el primero de los números pares. Y el uno, que es el primero de los primos y sin duda el más primo que hay, el tres veces primo, el dios de los primos si se quiere… Es, señores, lo que rompe esa simetría. La nada es una teorización, una potencialidad que se consuma al no consumarse. Existe lo que existe, y lo que no existe no. Así que a nuestra primera flamante ecuación 1=1 le podemos añadir otra aún mejor: 0=0.
Aunque no es el objeto de estas clases la matemática avanzada. ¿Por qué se rompe esa simetría? No lo sé, supongo que algo anda mal por ahí arriba. ¿Habrá que ir a ver que es, no? ¿No me digan que no se ven ya en sus cabezas como astronautas dispuestos a desentrañar todos los misterios y a rebasar las fronteras de universo y el conocimiento humano?
Y está muy bien, está muy bien… El problema es que en todo lo que conocemos son pequeñas piezas las que forman estructuras más grandes. Si buscan ustedes a dios… no necesitan un telescopio, lo que necesitan es un microscopio. Si lo que buscan es el origen el único sentido que tiene mirar a las estrellas es el de mirar al pasado. ¿Tal vez nuestro modo de pensar actual sea herencia católica? Padre nuestro que estás en los cielos… y en todas partes a tenor del don de la ubicuidad que se le confiere.
Pero yo les iba a explicar la todología y como me descuide les explico como nace el universo… y la biblia en verso. Les vamos a convertir en todólogos, y créanme que es un privilegio, del mismo modo que no todos pueden ser bomberos, no hay tantos fuegos que apagar. Y si los hubiera, tampoco hay presupuesto.
El fuego es de las cosas más hermosas que hay. Y también de las más peligrosas. Su belleza se diría que hipnotiza. No sería extraño pensar que los primeros hombres lo adoraran como a una suerte de dios. Y paradójicamente su primera impresión puede que fuera mejor encaminada que la nuestra.
Pero íbamos a la todología, van a ser todólogos, así todo con o, que no nos chafen la guitarra las señoras. Doble cero al cuadrado. ¿Dónde han estudiado ustedes matemáticas? Aquí van a aprender lógica. No hay un contenido y no es sólo teoría, lo que aquí se enseña es una manera de pensar, de trabajar con la información disponible para poder exprimir hasta la última gota y hasta un poco más.
No hay que memorizar fechas. No hay que recordar fórmulas. Ni que recitar poemas de memoria. Pero por supuesto que si las recuerdan mejor. La memoria es necesaria para correlacionar eventos. Pero aquí es sólo una herramienta y no el fin último. Hay que hacer espacio para lo que de verdad nos interesa.
La todología es el arte del resumen. Hemos visto que todo está relacionado con todo, la única diferencia es el grado de relación. ¿Por qué creen ustedes que dividieron el conocimiento en los distintos campos? ¿Porque son aspectos separados? ¿Porque carecen de solución de continuidad? Por las limitaciones de la capacidad humana. ¿O acaso creen que no lo sabían? Señala la fórmula con unos golpecitos en el encerado: 1=1
El problema entonces está claro, y la solución también. Pero siempre surge otro problema, en ese sentido pueden estar tranquilos que tienen trabajo para rato. Nuestra especialización es la generalidad. No podemos saberlo todo, por supuesto, como cualquiera. Pero sí vamos a hacer un esfuerzo consciente por conocer los fundamentos, las bases, las nociones elementales de cualquier disciplina. Los rudimentos, se diría. ¿Alguien de aquí toca la batería? ¿No? Bien, pues eso que gana el mundo.
¿Por qué? Pues muy sencillo, porque alguien tiene que priorizar la visión de conjunto, ¿sino qué hacemos con todo ese conocimiento fragmentado e inconexo? ¿Dejamos a los filósofos que dirijan el mundo con las barbas metidas en sus libros? ¿A los poetas que pongan en verso nuestro fatal destino? ¿A los políticos sonrientes que sólo piensan en la reelección? No, caballeros. Y caballeras. Cabelleras en resumen, y que me disculpen mis tocayos calvos, Están ustedes llamados a dirigir el mundo y a hacer chistes malos. Actividades que no conviene confundir.
Ustedes no van a ser humoristas aunque a los ojos del mundo pudieran parecerlo. Cada uno ve tan sólo lo que está preparado para ver. Podrían ser ustedes filósofos porque no van a dejar de preguntarse por la verdad. Podrían ser ustedes detectives, porque nunca van a dejar de investigar. Podrían ser ustedes científicos porque…. No, científicos no podrían ser, tampoco nos llevemos a engaño. Los cien tísicos que se queman las pestañas con la calculadora están en las aulas del fondo.
Esto señores no es ciencia, ni lo pretende. Es mucho más que eso. Y en algunos aspectos mucho menos, por supuesto. Se parece más al arte. Así que cuidado y que no les estafen, aunque del valor ya habrá oportunidad de hablar. Del otro valor sí que podemos hablar ahora, ¿qué valioso es el valor, no les parece? Vuelve a golpear la fórmula de la pizarra con la tiza: 1=1
Van a necesitar valor, como cualquiera que quiera cambiar algo, en este mundo de especialización. Y se equivocarán, claro que sí...¿Acaso creen que los especialistas no lo hacen? Vivimos en el error y nuestro propósito es salir de él. Casi como una metáfora de la vida, pero eso mejor déjenselo a los poetas.
Sé que no es mucho pero ya se habrán hecho una ligera idea y si van ustedes a ser todólogos tendrán que empezar a acostumbrarse a trabajar con eso. Van a saber ustedes más que nadie, pero las certezas serán cosa del pasado. Van a trabajar con probabilidades, obvias y absurdas. 360º
Van a retener lo esencial para correlacionar problemas de ámbitos tan dispares como paleontología y astronomía. Matemática, física, biología, psicología… toda la cadena, todo el árbol del conocimiento. Coge la manzana de la mesa y le da un sonoro bocado.
Al final es como hacer un puzzle. Y eso es lo que vamos a hacer en esta primera clase, un puzzle, que además es una buena excusa para que se se vayan ustedes conociendo, entre todos. Que nadie se quede en un rincón. Los de las primeras dos filas van a buscar el borde y el resto van a ir separando por colores, pongan música si quieren, yo me voy a la cafetería.
Y cuando acaben que me venga a buscar la chica más guapa de toda la clase con la explicación de por qué ha venido ella y no otra. No pierdan ninguna pieza. La clase no termina hasta que no se complete el puzzle. Al rato una joven va a buscar al profesor que está leyendo ante una taza de café de la cafetería.
-Ya está. El profesor levanta la mirada por encima de sus gafas, luego mira el reloj y vuelve a mirar a la joven: ¿por qué te han elegido a ti? No te lo tomes como una ofensa.
La chica esta notablemente incómoda, mira hacia un lado de arriba a abajo:-Han votado los tíos. -¿Y las demás? -En general han pasado. -Demócratas de mierda… Se incorpora con un leve quejido de vuelta hacia el aula con su alumna apoyado en su bastón.
-¿Siempre sucede lo mismo? -No. -¿Y siempre utiliza a sus alumnos de cobayas? -Siempre que puedo. Una vez me enviaron a un chico. -¿Por qué? -¿En sus propias palabras? “Y eso qué cojones importa”. Fue el mejor grupo que he tenido. -No entiendo como aún no lo han despedido. -Pues no porque no lo hayan intentado...
El profesor entra en el aula y hace un gesto para que bajen la música, los alumnos están charlando en pequeños grupos. -Me encanta ese paisaje. Sobre la mesa un puzzle compone el skyline de Manhattan a finales del siglo XX.
-Mañana hablaremos sobre el poder, sobre la autoridad y sobre la falacia de autoridad y de las diversas formas en las que organiza la sociedad. De cómo, por qué y quiénes dan las órdenes y de cómo, por qué y quiénes las ejecutan. Y me explicarán como han llegado a la conclusión de qué...¿cómo es tu nombre? -Clara. -De que Clara es la chica más guapa de la clase cuando es evidente que esa otra chica de ahí..-hace el gesto de señalar con la empuñadura del bastón apoyado en la mesa y otra alumna se ruboriza -...es en mi opinión mucho más guapa. Perdona, Clara.
Discutiremos si la belleza está en algún otro lugar que en nosotros mismos. Y de cómo se ha llegado al consenso de castigarse con esa ¿música? mientras completaban el puzzle. La clase de hoy ha terminado, bienvenidos al curso de todología.
Los alumnos recogen sus pertenencias mientras continúan la charla: -Está como una puta cabra. -Pues igual sí. -¿Cómo ha dicho que se llamaba? -Creo que no lo ha dicho. -Pues vaya presentación.
menéame