Yo ni fui vacunado, por ejemplo, del sarampión. En mi época no se vacunaba de eso, simplemente se pasaba el sarampión y punto. Un día me desperté, y mi madre se alarmó un poco porque tenía unas manchas rojas por todo el cuerpo, además de fiebre. Vino un hombre muy serio y muy puesto que me miró la boca con un palo y me dobló el cuello (aún recuerdo cómo me dolió aquello) y luego se fue. Mis padres comenzaron a tapar las luces con toallas o sábanas rojas, de forma que parecía que íbamos a montar un laboratorio fotográfico allí mismo.
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