Los castellanos no querían ni aceptaban que un rey aragonés les gobernara, así que Fernando no tardó en trasladarse al reino de Aragón, dejando a su hija y esposo Felipe (el hermoso) como soberanos de Castilla. No sería por mucho tiempo, pues el joven rey Felipe fallecería al poco de tomar posesión del reino dejando como sabemos, a una Juana abatida y turbada que llegó ser poco más que un simple instrumento en manos de su padre y más tarde de su propio hijo.
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