Parece que los que escriben desde un teclado no necesitan el punto y coma. Retarda; enturbia. Y, en cambio, con los signos de exclamación, los interrogativos y los puntos suspensivos están desatados. Hay preguntas que llevan una corte de cinco, siete, diez interrogaciones detrás (tantas que casi daña a la vista) y ninguna al principio, anunciando su llegada, abriéndole el paso. Son dudas vociferadas, alarmantes; llamadas de atención a gritos en una época que, como dice José Luis Cuerda, «somos pasto del berrido».
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