Mientras usted lee esta columna, quizá quiera ir al baño. No tema. Nada más fácil. Camine unos pasos, hacia la habitación señalizada. Incluso si está en un lugar público, accederá a la privacidad de un cubículo personal perfectamente higiénico. Relájese. Si lo desea, lleve el periódico –o la tableta– y lea ahí. Huele bien. Si se encuentra en Tokio, incluso podrá regular la temperatura del asiento y aplicarse hidromasaje. No se imagina usted la suerte que tiene.
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