El gran Ernest Hemingway dijo que “la verdadera razón para no cometer suicidio es que sabes cuán formidable se vuelve la vida de nuevo una vez que el infierno ha acabado”. En la madrugada del 2 de julio de 1961, el escritor se volaba la cabeza con una escopeta. Pero no fue hasta años después cuando se descubrió que Hemingway padecía hemocromatosis, una dolencia genética heredable que inunda la sangre con niveles tóxicos de hierro.
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