“Qué habrían visto esos ojos. Serguei. Olga. Natacha”. La periodista cántabra Marta San Miguel recuerda en ‘Una forma de permanencia’ (Libros del KO) los veranos de los noventa en los que la capital de Cantabria, y también Castro Urdiales y Vizcaya, recibían a centenares de niños rusos, bielorrusos o ucranianos que sufrían las consecuencias del accidente de Chernóbil. Qué habrían visto esos ojos, pero también que veían: mar, ocre y verde. Salud, oxígeno y esperanza. Y también qué decían esos ojos: “Spasibo”. En ruso: Gracias.
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