El peor delito que puede cometer un juez es la prevaricación, esto es, dictar una sentencia injusta a sabiendas. Y esa concepción tan negativa se remonta ya a la Antigüedad, período del que conservamos un famoso ejemplo reseñado por Heródoto: el del juez persa Sisamnes, mandado ejecutar por el rey Cambises II tras saber que había aceptado un soborno en un juicio y dictado una sentencia favorable a quien le pagó.
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