odo el mundo ha girado la vista alguna vez hacia Benidorm. Es la Meca del hedonismo saturado, del atascamiento estomacal, de la puesta a prueba del hígado, de las riadas de crema solar. Es la hégira de los guiris: al menos una vez en la vida deben peregrinar hacia allí (en avión, muchos no están ya para caminar) para comer paellas con colorante. Las imágenes que pululan de esta fracción de costa alicantina balizada de rascacielos ahondan, sobre todo, en la sordidez.
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