Al pensar en el primer pez que se arrastra de las aguas primordiales hacia la tierra, es fácil imaginarse sobre cómo sus aletas emparejadas evolucionaron hacia los brazos y las piernas de los vertebrados modernos. Pero un nuevo estudio de la Universidad de Chicago y del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo muestra cómo estas criaturas utilizaron un modelo genético aún más primitivo para desarrollar sus proto-extremidades, basado en la aleta dorsal. Más tarde copiaron estos elementos para producir apéndices emparejados.
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