En 1986, el profesor de psicología, James Pennebaker, hizo un descubrimiento extraordinario. Algo que inspiraría a una generación de investigadores a realizar cientos de estudios. Pennebaker pidió a un grupo de estudiantes que pasaran 15 minutos escribiendo sobre los principales traumas en sus vidas o, si no habían sufrido alguno, sobre sus momentos más difíciles. No fue una experiencia fácil. Uno de cada 20 estudiantes terminaba llorando. Pero cuando les preguntó si querían detenerse, ninguno lo hizo.
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