Muchas son las causas que han servido como argumento para justificar la decadencia y caída del Imperio Romano. Una de las más utilizadas son las grandes epidemias que durante el siglo II y III d. C azotaron el Imperio. Al parecer la fuerte mortalidad que se les atribuye por parte de muchos historiadores pudo ser determinante en la debilidad de la respuesta de Roma frente a las agresiones externas, protagonizadas por persas en Oriente y diferentes tribus germanas en Occidente.
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