Siglos después, en recuerdo de lo sufrido por la ciudad durante la Segunda Guerra Médica, se decidió no reconstruir los templos destruidos. Lo que se hizo fue enterrar religiosamente los restos profanados, y utilizar los escombros para allanar los desniveles del territorio, preparando así el terreno para su completa reestructuración. Este proceso fue dirigido por Pericles, arconte de Atenas desde el 462 a.C. y tuvo como uno de sus frutos el templo objeto de esta entrada, el Partenón de Atenas.
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