Hasta hace poco y durante milenios, el antisemita era el que odiaba a los judíos. Las causas eran lo de menos: por presunto deicidio, por acusarlos de usureros, por acusarlos de ser un estado dentro del estado, por puñetera envidia, por miedo al diferente, por desconfianza o por simple y rampante estupidez. Odiabas a los judíos y eras antisemita. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la definición ha cambiado: ahora eres antisemita cuando los judíos te odian a ti.
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