Los niños de seis años están dispuestos a pagar con sus juguetes más preciados para ver cómo los malos reciben un castigo por su mala conducta. Y, además, disfrutan con ello. No se trata de una cuestión de morbo o de sentimiento de venganza, sino de justicia, según un estudio realizado por Investigadores del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebro Humanos, en Leipzig (Alemania).
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