El destino de la última reina de Egipto y su amante romano es conocido por muchos. Cuando Cleopatra VII y el general romano Marco Antonio fueron vencidos finalmente por el imperio romano, los sueños de Egipto y de la última de sus reinas se desvanecieron. Cuenta la leyenda que la gran reina, antes de morir le pidió a Augusto que permitiera vivir a sus hijos, que como descendientes de reyes merecían la clemencia del gran emperador. Augusto le concedió este último deseo y accedió a que crecieran en uno de los mejores entornos de Roma.
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