Ese gesto de repugnancia que una persona pone ante un alimento desconocido tiene nombre: neofobia alimentaria. No es una fobia en el significado de miedo (no es conocido el pánico a las zanahorias); es una fobia de asco invencible. «Es un rechazo, una renuncia a probar y comer algo, una negación a cambiar de dieta». No importaría si fuera una manía como contar baldosas. La pega es que la neofobia puede llevar a una dieta con menos vitaminas que la de un marinero del siglo XV.
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