Presentar a los judíos de hoy como descendientes sanguíneos de los antiguos hebreos tiene muy poca base histórica. El antisemitismo no puede combatirse con argumentos identitarios basados en la sangre, pues las identidades milenarias, como la judía y la griega, se construyen culturalmente, con la lengua y la religión, no con la “raza”. Estas apelaciones a la raza solo sirven para crear falsas legitimidades históricas como la que es la base del moderno sionismo y su proyecto colonizador de Palestina, un proyecto básicamente europeo y no semita.
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