¿Exageran los museos? no, en mi opinión. Es incómodo y molesto aguantar la creciente proliferación de personas menos interesadas en el arte que en cumplimentar una visita para añadir al currículo de turista, las masas de adolescentes con las hormonas revueltas, niños que deberían haberse quedado en el parque. La llegada de las hordas armadas de palos para retratarse en gran angular con los colegas, todos compitiendo por el gesto más simiesco con cada obra allá al fondo, a metros de distancia, es la gota que colma el vaso de la paciencia.
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