Mayo de 1958. El periodista ecuatoriano Carlos Bastidas descansa en una habitación del modesto hotel Pasaje. Bajó de Sierra Maestra después de convivir con los barbudos. Ha estado junto a Fidel y otros jefes; conversó con ellos y no pocos combatientes. Ser honesto, no se queda en las frases, ni se aferra al ejercicio de su profesión: toma partido y acude esa noche a la cita en el bar Cachet, donde militantes del 26 de Julio le entregarán documentos que hará llegar a exiliados cubanos en EEUU. Un balazo le segará la vida.
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